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El duro camino de Raquel, vejada por los demonios de una vida sin Dios, hasta que se dejó guiar hacia la Luz

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Raquel Romero nos relata en este impresionante testimonio cómo fue el duro proceso que vivió para dejar atras años de confusión y pecado, para alcanzar con Dios la sanación de sus adicciones y la liberación de sus demonios.

Las carencias afectivas en su infancia causaron heridas severas en ella. Con muy corta edad descubrió la masturbación y, durante mucho tiempo, fue adicta a este hábito de pecado contra la pureza, antesala a vicios peores.

Aunque mantenía algún contacto con la Iglesia, a través de su familia y el colegio, era todo pura rutina que ella seguía por agradar, pero sin sentir ni el más mínimo fervor o espiritualidad.

El cúmulo de inseguridades y la baja autoestima la llevó a una fuerte depresión y, a los 12 años, ideaba el suicidio.

Recuerda una adolescencia terrible, con un enorme vacío en el corazón que pretendía llenar con el amor de algún hombre. “Idealizaba el amor”, buscaba quien la amara, pero eran relaciones por interés porque, cuando no se conoce el amor verdadero y de una forma sana, «se mendigan las migajas», dice Raquel.

Se casó por la Iglesia, sin dar importancia al sacramento. Buscaron ser padres, pero el hijo no llegó y Raquel pidió el divorcio. Tenía 33 años y aspiraba a una vida mejor al lado de otro hombre. En aquel momento no lo sabía, pero había roto también el sagrado sacramento del matrimonio y, con ello, su precaria relación con Dios.

Empezó a frecuentar las páginas de citas y el pecado de lujuria la esclavizaba todavía más, ahora también con el consumo de pornografía. Raquel admite que aquello fue lo que más la destruyó. Llegó un momento que tocó fondo y ya no buscaba ni siquiera ilusionarse con ninguna nueva relación.

Puso punto final a aquella y respondió a una invitación: conoció los retiros de Emaús y las palabras ‘Jesús está vivo’ le tocaron el corazón. No sabía qué era ese “sentimiento” tan desconocido, pero se volcó en entablar una relación con aquel Jesús (o quien fuera) que le había llegado tan hondo.

Le preguntaba por todo, hablaba con él de todo, mientras seguía indiferente la “parafernalia” de las adoraciones eucarísticas y las misas, porque Raquel seguía sin sentir a Dios allí. Seguía sin conocer a Dios.

«Aparecieron» en su vida seres espirituales que ella sin duda pensó que eran ángeles. La entretenían y no le inspiraban temor. Porque Raquel estaba convencida de que iba por el buen camino: «hablaba con Dios, voy a misa y a adoración, y además el demonio es ficción, nada malo me puede pasar«, se decía.

Más tarde sería consciente de tanta ignorancia, que hablaba a un “dios” hecho a su manera, seguía sin formación y sin conciencia de pecado.  Se animó a ir a un retiro en un monasterio y de allí salió con más confusión: la gente de Iglesia afirmaba que el demonio y el infierno existen, mientras que otras personas que a ella le parecían muy sabias, le insistían en que ni demonio ni infierno. Y Raquel creyó más a aquellas personas sabias que le contaban cosas preciosas.

Siguió su búsqueda en solitario y acabó aún más perdida, inmersa en la Nueva Era, porque -pensaba Raquel entonces- le daba todas las respuestas que ella necesitaba y se lo contaban todo de una manera maravillosa.

Contactó con un espíritu y empezó a recibir muchas señales que hasta la entretenían. Muchas señales que desoyó. Más tarde se daría cuenta de que el demonio se estaba dirigiendo a ella.

Aquellos supuestos «espíritus angelicales» empezaron a atormentarla ya hacerle la vida imposible. La sometieron durante meses a vejaciones, cada vez más graves. Y su “espíritu amigo” fue la herramienta que Dios Todopoderoso usó para que Raquel conociera la absoluta desolación que se siente ante la ausencia de Dios. «Sientes que sigues respirando pero todo en ti se ha muerto«. Con el tiempo y en acompañamiento, Raquel ve aquella experiencia fue lo más parecido a conocer el infierno. 

En este vídeo, Raquel relata el duro camino recorrido desde las heridas de su infancia hasta la liberación de sus demonios y sus pecados. El papel de la Santísima Virgen María también fue importante en su regreso. Durante el rezo del rosario, dice que veía a los demonios apartarse de ella espantados, como también huyen ante cualquier gesto o palabra de amor. María la defendió y después le mostró el camino de vuelta a Jesús. Los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía la mantienen cerca de Dios.

Dios es ahora su única fuente de Verdad y Vida, y llegar al cielo es su objetivo final. No te pierdas este testimonio y compártelo con todas las personas a las que creas que puede ayudar a dejar las tinieblas para volver a Dios, Luz de Luz.

 

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