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Guadalupe García: «En Medjugorje me sentí curada, fue un salto de fe»

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Madre de cinco hijos, Guadalupe García no era capaz de rezar debido a un gran desgaste mental y físico que no la dejaba rezar. Pero pronto vio la luz y el Señor le mostró el plano para poder seguir avanzando con su vida sin olvidarse de las preocupaciones diarias pero desde una paz totalmente distinta. De toda esa experiencia vivida escribió el libro «Si supieras cuánto te amo…» que también tiene su propia historia. La de ella es una historia de la Virgen que comienza con la vuelta de su hermano de un viaje a Medjugorje del que volvió entusiasmado y ese entusiasmo se lo lograba transmitir a ella.

Así estuvo dos años insistiéndole pero Guadalupe no accedía, solo llegó a preguntarle a la Virgen que si quería que fuera que le diera algún tipo de señal. «No tenía medios para ir, tenía niños pequeños, pero sucedió», recuerda. Este era un tema que Guadalupe empezó a rezarlo mucho hasta que llegó un momento en el que si sintió de verdad que la Virgen le estaba llamando a ir. Hubo una persona que se enteró de su situación y se ofreció a costearle el viaje. «Fue un salto de fe, no sabía lo que me iba a encontrar pero solo escuchaba cosas buenas del sitio», explica.

El 5 de diciembre fue el día del viaje un día que coincidía con el mismo día que se fue al cielo Alexia González-Barros de la que Guadalupe era muy devota. «Iba caminando para el autobús con mi maleta cuando recordé que me había dejado todas las pastillas en casa», recuerda. Le vino el pensamiento que esto sucedido era cosa de la Virgen así que continúo su camino. «Yo pensé tu sabrás lo que haces, voy sin mi medicación cinco días, yo me olvido del tema y efectivamente me olvidé». En Medjujorje sintió una voz que le decía que era una hija amada y deseada por Dios.

«No había visto ninguna luz, ninguna de esas cosas que describían los videntes, lo que sí que noté es un calor que iba subiendo por todas partes, pero todo en un milisegundo», recuerda. En ese momento Guadalupe pensó que si la Virgen y Dios le decía eso, ella ya no iba a necesitar pastillas ni nada. «En ese momento me sentí curada», recuerda. Pasaron esos cinco días sin ninguna medicación y no pasó nada.

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