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«Dos Rosarios» | Nueva reflexión del alma de Águeda Rey, enferma de ELA

«Dos Rosarios» | Nueva reflexión del alma de Águeda Rey, enferma de ELA

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El 8 de abril se cumplían 14 años desde que una neuróloga le dijo a Águeda Rey que tenía ELA. Un poco antes, había tenido que pasar por una traqueostomía, intervención que le preocupaba de forma especial entre todas las «cosas» que pueden ocurrir en el avance de una enfermedad tan cruel. Águeda ha compartido cómo fueron esos días de hospital y su refugio en la oración, a través de la que el Señor siempre tiene algo que decirnos, aunque no sea lo que esperamos. Este es el último artículo que Águeda Rey ha publicado en su blog «Reflexiones del alma»:

«Durante los días de ingreso en el hospital he rezado poco y mal porque mi cabeza estaba bastante aletargada y lo máximo a lo que llegaba era a decir: Señor, te ofrezco todo este sufrimiento. Aparte de las jaculatorias ha habido dos Rosarios especiales. El primero fue ofrecido por mi vecino de cama en la unidad de vigilancia respiratoria que estaba moribundo y nadie rezó por él; muy al contrario, sus familiares aprovecharon el momento para pelearse, insultarse y sacar todos los trapos sucios. Una pena.

El otro fue el del sábado anterior al alta. Misterios gozosos. Se juntaban en ese momento unos deseos enormes de escapar del hospital y conocer por fin a mi nietecita Teresa y muchos temores ante las dificultades que ya preveía iban a complicarnos una vida ya de por sí difícil.
Me ocurrió que, meditando cada misterio, veía no tanto la parte gozosa sino la cruz que se esconde detrás y además veía mi vía dolorosa particular como un proceso completamente gozoso afín a cada misterio. Fue muy especial.
Primer misterio, la Encarnación del hijo de Dios. El gozo de María por su sí, al saberse la elegida para ser la madre de Dios se me empezó a mezclar con el sinfín de dudas e interrogantes que seguro se amontonaban en su cabeza; ella intuiría ya que su vida no sería un camino de rosas. Y entonces uní sus dudas con todo el discernimiento hecho para decidir hacer la tráqueo, las dudas e interrogantes que no se han llegado a desvanecer; todo ello como parte de la encarnación en mi ser de algo divino que ponía en marcha un vía crucis personal que, aunque difícil y doloroso, tenía como único final posible el gozo y la gloria.
María gozaba por el bebé que crecía en su interior y a la vez sufría por lo que les esperaba a partir de ahora. Y yo sufría por las consecuencias de mi fiat pero empecé a ver el gozo de servir a Dios en algo tan duro. Empecé a verlo, pero tengo que rezar mucho para seguir viéndolo y más aún, viviéndolo; es fácil desanimarse.
Segundo misterio, la Visitación de María a su prima Isabel. Qué gozo tan maravilloso llevar la buena nueva al mundo entero. Pero qué vértigo tan grande tener ese inmenso regalo para el mundo en un cuerpo tan pequeño. Y entonces sentí todo el peso de los cientos de personas rezando por mí, que esperaban una valiente y heroica actitud, y a mí me temblaban las piernas. Con el Magníficat en mis pensamientos entendí que precisamente esa debilidad lo convertía todo en gozoso, proveniente de Dios. «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava».
Tercer misterio, el nacimiento del hijo de Dios. El gozo de María por el bebé recién nacido, que venía del Cielo, se mezclaría seguramente con los temores de no disponer de un refugio digno para el hijo de Dios, con las angustias por ver los desvelos de José. Y en mi meditación empezaron a aparecer mis miedos otra vez: de golpe he dejado de emitir sonido alguno, ¿cómo voy a avisar a Alejandro si me pasa algo?, ya no soy capaz de tragar, no puedo comulgar, ¿cómo podré ser santa sin la gracia de la comunión?
Pero sabía que todo ello acabaría siendo el sacrificio más grande con el que unirme a Jesús, el desapego de lo más importante para mí. Lo sabía pero aún no lo vivía.
Cuarto misterio, la presentación de Jesús en el templo. Junto a la admiración por las cosas que se decían del niño, María recibe la profecía de que una espada traspasaría su alma. No hay gozo sin sufrimiento. El dejar de hablar, comer por la boca, los cuidados más exhaustivos, todo ello era el peaje necesario para seguir creciendo en amor, para disfrutar de mi familia y para dar mucha gloria a Dios. Como María que ofrecía al Padre el don recibido en Jesús, sabiendo que ya no sería suyo y eso provocaría su sufrimiento. Y con ello daba gloria a Dios.
Quinto misterio, el niño perdido y hallado en templo. Al igual que María sufre buscando a Jesús y goza con el reencuentro, todo como preparación para el momento de la muerte de Jesús. Del mismo modo, vivir con una tráqueo significa morir a muchas cosas, incluso perder de vista a Jesús, concretado en que dejaré de comulgar, pero sabiendo que vendrá el gozo de la resurrección.
Nunca pensé que uniría los misterios gozosos a mi vía dolorosa, pero salió así por gracia de Dios, y me ayudó mucho para acoger y entregarlo todo. Bendito sea Dios 😊
NOTA: aunque después de la operación no pude comer ni comulgar, transcurrida una semana de desierto, he sido capaz de comulgar, aunque no de comer. ¡Gloria a Dios!»

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