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La espiritualidad y la mediación del Padre Pío, más vivas que nunca 54 años después de su muerte

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El santoral católico conmemora el 23 de septiembre a San Pío de Pietrelcina, famoso sobre todo por sus milagros y estigmas. Conocido también como el Padre Pío o el Fraile «estigmatizado», fue canonizado en 2002 siendo Papa San Juan Pablo II. Su impactante vida y los cientos de testimonios de sanación y de conversión plasmados en cantidad de libros, películas y documentales, hacen que este santo esté de plena actualidad 54 años después de su muerte. Podría decirse que el padre Pío, está actualmente en el ‘TOP 10′ de los santos de nuestro siglo.

Francesco Forgione nació el 25 de mayo de 1887 en la pequeña localidad italiana de Pietrelcina. Creció en una familia humilde y muy piadosa. Fue un niño muy sensible y muy espiritual. Desde la infancia recibió gracias extraordinarias y cultivó una relación muy especial con la Virgen María y con su Ángel de la Guarda. También desde la infancia empezó a sufrir numerosos y, en ocasiones, violentos ataques del demonio. Su lucha contra Satanás continuaría a lo largo de toda su vida, pero la Santísima Virgen y su Ángel de la Guarda serían siempre sus apoyos infalibles en estos combates. Su vocación religiosa también fue temprana.

A los 16 años ingresó en la Orden Franciscana de los Capuchinos de Morcone y tomó el nombre de Pío en honor al Papa Pío V. Fue ordenado sacerdote a los 23 años, en 1910. A esa edad recibió por primera vez los estigmas invisibles: sintió quemaduras muy fuertes en las manos, los pies y el costado. En 1916 fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo, donde permanecería hasta su muerte y tendría numerosas experiencias sobrenaturales. Allí su corazón fue atravesado espiritualmente y sangró de verdad.

El padre Pío comenzó a revivir la pasión de Cristo y quedó marcado por las mismas heridas que Jesús en sus manos y pies. Fue el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia. Los estigmas del padre Pío empezaron ya entonces a ser visibles para todo el mundo. Y siguió sangrando durante 50 años. Desaparecieron de forma inexplicable pocos días antes de su muerte, después de celebrar la Santa Misa, el 23 de septiembre de 1968. Su cuerpo incorrupto yace en San Giovanni Rotondo.

La noticia de que el padre Pío tenía los estigmas, se extendió como la pólvora. Muy pronto miles de personas acudían a San Giovani Rotondo para verle, besar sus manos, asistir a sus misas o confesarse con él. Además de los estigmas, el Padre Pío recibió muchos dones y carismas extraordinarios. Como el don de sanación, con el que realizó multitud de curaciones milagrosas, incluso resurrecciones. El don de la bilocación, con el que se hacía presente en dos lugares al mismo tiempo. O el carisma especial de leer las almas, que le permitía escudriñar las conciencias de los penitentes para revelarles sus pecados. El padre Pío pasaba largas horas en el confesionario. Son muchos los impresionantes testimonios y emotivas conversiones alcanzadas a través de las confesiones con el padre Pío.

Herencia espiritual del padre Pío

Las intervenciones atribuidas al santo de Pietrelcina no han cesado tras su muerte. Hoy en día se siguen conociendo hechos milagrosos asociados al padre Pío. Pero igual, o más importante es la gran herencia espiritual que nos dejó. Vivió su ministerio sacerdotal de acuerdo con el llamado que había sentido desde muy joven por parte de Jesús: acercar a la gente a Dios a través de la dirección espiritual de las almas, la confesión sacramental y la celebración de la santa misa. El Padre Pío fue también un  . Tenía una profunda devoción a la Virgen y rezaba continuamente el Santo Rosario. Así alimentaba a su alma y obtenía las fuerzas para continuar su misión.

Te invitamos a rezar la ORACIÓN compuesta por San Juan Pablo II a San Pío de Pietrelcina

Enséñanos, te rogamos, la humildad de corazón para estar entre los pequeños del Evangelio a quienes el Padre prometió revelar los misterios de Su Reino.

Danos una mirada de fe capaz de reconocer inmediatamente en los pobres y en los que sufren el mismo rostro de Jesús.

Sostennos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haznos experimentar la alegría del sacramento del perdón.

Transmítenos la tierna devoción hacia María, madre de Jesús y nuestra.

Acompáñanos en la peregrinación terrenal hacia la Patria beata, a donde esperamos llegar también nosotros para contemplar

por toda la eternidad la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén

 

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