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Maria Pagalday es virgen consagrada: «Ese día le di el Sí al Señor para seguirle donde me pidiera»

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Ser joven en el escenario que la ha tocado vivir nunca ha sido un problema para ella. María que se crió en una familia católica de las de toda la vida hoy forma parte del Orden de las Vírgenes Consagradas. Una vocación todavía poco conocida por muchas personas incluso del ámbito católico y que ni ella misma se esperaba. El Señor siempre tiene alguna sorpresa. El nombramiento como Virgen consagrada fue el primero de los últimos 40 años en Gipuzkoa.

La joven donostiarra no lleva hábito, no tiene que responder a una madre superiora y tampoco tiene que vivir en comunidad. Puede vivir en casa de sus padres y desempeñar un trabajo civil si así lo desea. Es alguna de las características de esta particular vocación. Y es que tras estudiar una carrera, María sentía que le faltaba algo y que no todo en la vida era el éxito y el dinero. «Entre en una rutina de no cumplir con nada, de no ir mucho a clase. De no estudiar nada ni tener motivación», recuerda. La relación con el Señor en aquellos años la relaciona más a las ideas no al corazón, si había que defender una idea la defendía o acudía a misa de manera regular, pero en su corazón no latía ese sentimiento por Él.

Recuerda un viaje donde la invitaron a Tierra Santa donde no iba con demasiadas expectativas donde le cambió su propia visión de la vida. «El momento cumbre donde el Señor me tocó del todo fue el jueves de la peregrinación hicimos una hora santa en Getsemaní. Recuerdo la peregrinación que la presidía Monseñor Munilla», recuerda María. Monseñor Munilla estaba explicando cómo estaría el Señor el jueves santo en Getsemaní. «Nos imaginamos esa noche como si estuviéramos ahí, ponernos en presencia del Señor en Getsemaní».

Ese día cambió la mirada de María y le hizo examinar su vida de una forma diferente a como lo estaba haciendo antes. Su vida seguía transcurriendo con sus amistades, muchas de ellas se casaban y ella no sentía que lo suyo fuera la vocación al matrimonio, eran temas que no le llenaban en absoluto. «Llega un momento en el que un sacerdote me dice, no crees que el Señor te puede estar llamando a algo más? En ese momento respondí que no», recuerda María.

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