7 cosas que debes saber sobre San José Sánchez del Río
(ACI) “San Joselito”, como se le conoce al pequeño testigo de Cristo San José Sánchez del Río, fue torturado y asesinado el 10 de febrero de 1928 por oficiales del gobierno de Plutarco Elías Calles porque se negó a renunciar a su fe.
La guerra cristera en México se inició tras la legislación anticlerical de 1926 promovida por Calles. Los católicos que se levantaron en armas en defensa de la fe fueron llamados Cristeros.
A continuación, 7 cosas que debes saber de la vida de San Joselito:
1.- Pidió a Dios la gracia de morir mártir
Cuando su familia se trasladó a Guadalajara, José fue a la tumba del abogado Anacleto González Flores, martirizado el 1 de abril de 1927. Allí el muchacho pidió a Dios poder morir como Anacleto en defensa de la fe católica.
Uno de los 27 testigos en su proceso indicó que el joven tomó la decisión de unirse a los cristeros en esa visita-peregrinación. Su resolución se hizo más fuerte y rogó a sus padres que lo dejasen unirse a los cristeros.
Al inicio se negaban por su corta edad. Incluso llegó a decirle a su madre: “nunca ha sido tan fácil como ahora ir al paraíso”. Al final, le dieron su permiso y bendición.
2.- Dio la vida por un cristero
José sirvió a los cristeros -que en un principio no quisieron aceptarlo porque era joven y por el peligro al que se exponía- como portaestandarte de la imagen de la Virgen de Guadalupe, pero no llegó a tomar parte activa en los enfrentamientos armados.
El 6 de febrero de 1928 durante un enfrentamiento entre las tropas del gobierno y los cristeros, le dispararon al caballo del jefe cristero Luis Guízar Morfín.
Joselito se bajó del suyo y “en un acto heroico” para que no fuera hecho prisionero se lo ofreció diciéndole: “mi general, tome usted mi caballo y sálvese; usted es más necesario y hace más falta a la causa que yo”.
Así Guízar Morfín pudo escapar y el joven fue capturado junto con su amigo Lázaro.
3.- El lugar de su bautizo fue su prisión
Luego de ser capturado el 7 de febrero de 1928 Joselito fue encerrado en el baptisterio de la iglesia de Santiago Apóstol en Sahuayo, que había sido convertida en una cárcel y en caballeriza de las tropas del gobierno. Así el lugar donde fue bautizado se convirtió en su prisión.
4.- Defendió una iglesia convertida en gallinero
El postulador de su causa, P. Fidel González Fernández, contó que el tabernáculo y el presbiterio de la iglesia donde estaba prisionero fue convertido en un gallinero donde se entrenaban los gallos de pelea del gobernador.
José “reaccionó con fuerza matando a los gallos, y sin miedo a las amenazas de muerte”. Allí le dijo al carcelero: “la casa de Dios es para rezar, no para usarla como un establo de animales. Estoy dispuesto a todo. Puede fusilarme. Así me encontraré enseguida en la presencia de Dios y podré pedirle que le confunda”.
5.- Vivió su fe sin temor al peligro
El presidente Plutarco Elías Calles promulgó varias restricciones a la Iglesia y los que se atrevían a desobedecer y profesar su fe eran enviados a la cárcel y ejecutados.
Acudía al catecismo y se distinguía por su compromiso en las difíciles actividades parroquiales, se acercaba a los sacramentos, cuando podía, porque el culto público estaba prohibido, poniendo en peligro su vida; rezaba cada día el santo Rosario junto con su familia.
6.- Su padrino de primera comunión mandó asesinarlo
El padrino de primera comunión de Joselito fue Rafael Picazo Sánchez. Incluso estaban emparentados y era amigo de la familia.
Fue él quien, influenciado por el presidente Calles y su odio a la Iglesia, ordenó asesinarlo. Se le considera “el autor intelectual” de su martirio.
7.- Le arrancaron la piel de los pies
Al inicio, Rafael Picazo no quería asesinarlo así que le hizo varias propuestas tentadoras para hacerlo renegar de su fe. Le ofreció inscribirlo en la prestigiosa escuela militar del régimen e incluso mandarlo a Estados Unidos. Sin embargo él las rechazó.
Entonces Picazo pidió a la familia la suma de 5 mil pesos de oro para su rescate. Su padre reunió el dinero, pero José le pidió que no pagara el rescate porque ya había ofrecido su vida a Dios y “su fe no estaba a la venta”.
Dos testigos de su martirio contaron que ya en el mesón, los soldados le arrancaron la piel de la planta de los pies con un cuchillo. Después lo hicieron caminar hasta el cementerio mientras lo golpeaban.
Querían obligarlo a apostatar de la fe con las torturas pero no lo lograron.
En el cementerio, el jefe de los soldados ordenó apuñalarlo para que no se oyeran los disparos. Con cada puñalada José gritaba: “¡Viva Cristo Rey!”, “¡Viva Santa María de Guadalupe!”. Después el jefe le disparó dos veces en la cabeza. Eran las 11:30 p.m del 10 de febrero de 1928.
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