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Cap 14.2ª parte-El comienzo de la nueva Jerusalén

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Os presentamos un programa más de ‘Conociendo las Escrituras’ presentado por Beatriz Ozores. En este programa trataremos de los que regresaron a Jerusalén. Muchos judíos —probablemente la mayoría— permanecieron en Babilonia.

Volver a las ciudades arrasadas de Judá no era algo sencillo. Resultaba difícil imaginarse cómo los que regresarían del exilio iban a conseguirlo. Pero los que volvieron estaban llenos de entusiasmo. Estaban decididos a tener una nueva Jerusalén, con un nuevo Templo.

A pesar de la Ley santa que le da y le vuelve a dar el Dios Santo (cf Lv 19, 2: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios soy santo”), y aunque el Señor “tuvo respeto a su Nombre” y usó de paciencia, el pueblo se separó del Santo de Israel y “profanó su Nombre entre las naciones” (cf Ez 20, 36). Por eso, los justos de la Antigua Alianza, los pobres que regresaron del exilio y los profetas se sintieron inflamados de pasión por su Nombre. (CIgC 2811)

La Jerusalén que encontraron no era más que un resto de escombros. No se había hecho nada durante medio siglo. Las grandes casas estaban todavía en ruinas y lo que quedaba del Templo era un espacio abierto carbonizado.

Después de asentarse en Jerusalén y sus alrededores, los que regresaron del exilio se reunieron para poner los cimientos de un nuevo Templo. Pronto se vio que no iba a poder ser como el original de Salomón. No tenían ni el dinero ni los recursos necesarios para construir nada que fuera tan magnífico.

Cantaron alabando y dando gracias al Señor: “Porque es bueno, porque es eterna su miseri- cordia sobre Israel”. Todo el pueblo profería gritos de alabanza al Señor con motivo de la construcción de los cimientos del Templo del Señor. Entonces, cuando se pusieron los cimientos de este Templo delante de sus ojos, muchos de los sacerdotes, levitas y cabezas de familia ancianos, que habían visto el primer Templo, empezaron a llorar con grandes gemidos mientras otros gritaban de alegría, de modo que la gente no distinguía las voces de alegría de las de llanto, pues el pueblo entonaba himnos de alabanza, y el estrépito se escuchaba desde muy lejos. (Esd 3, 11-13)

No es de extrañar que el pueblo tuviera reacciones diversas. Algunos de los que habían conocido el primer Templo se debieron de dar cuenta en aquel momento de que no habría una verdadera restauración. Tendrían un Templo, sí, pero sería un pálido reflejo en comparación con el primero. Y el Arca de la Alianza no estaría allí. El Santo de los Santos sería un simple espacio vacío.

 

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