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Jaume Vives, un católico sin complejos

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Que Jaume Vives va a contracorriente es algo que le viene de origen. Un católico sin complejos que ha vivido experiencias de gran crudeza con sus hermanos los cristianos perseguidos y que le ha nutrido para seguir creciendo en su fe. Se define como hijo, hermano, marido y futuro padre. Su personalidad es inquieta e impulsiva. Fue educado en la fe a través del propio ejemplo de sus padres que fueron quienes plantaron esa semilla en él. Recuerda como en su casa vivió con absoluta normalidad que todo gira en torno al Señor, donde como bien explica en el libro ‘Testigos de un Genocidio’, siempre lo más importante era la salud del alma de toda la familia. «Lo demás venía después: estudios, viajes, salud…desde pequeño observé cómo mis padres vivían y no transmitían aquello que hemos oído tantas veces: De qué sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma», explica. Eso, de alguna forma fue la gasolina le hizo nacer en él esa inquietud por comunicar los testimonios de fe de los cristianos perseguidos.

«Ver cómo tantas veces los que nos llamamos católicos ponemos en el centro de nuestra vida los estudios, el trabajo, la salud… fue lo que despertó en mí la necesidad quizás por cabreo o impotencia de recoger esos testimonios, viendo el gran bien que nos podían hacer a nosotros, católicos tibios y acomplejados. Reconoce que en su juventud fue un niño complicado con sus padres desarrollando una especie de aversión a esa autoridad que representaba sus progenitores. En ese momento se concretaba en sus padres, profesores, etc. Esa defensa y ese valor central de sus padres con la fe supuso un rechazo para Jaume en ese momento de su vida. «Eso fue lo que de alguna forma hizo que me alejara del Señor pero al mismo tiempo, fueron mis padres los que consiguieron que me acercara de nuevo al Señor», explica. Recuerda tres cosas concretas que él las define como providenciales que fueron importantes en ese acercamiento.

Una de ellas sucedió un sábado por la noche cuando estaba con sus amigos por Barcelona de fiesta. Se encontró con un grupo de jóvenes que eran los jóvenes de San José que estaban por el centro de la ciudad acompañados por un sacerdote, estaban dando catequesis a la gente de la calle, les daban comida y hablaban con ellos. «A algunos de ellos les conocía y me acerqué a saludarles. Una cosa que me sorprendió mucho eran todos esos jóvenes normales super alegres», recuerda. Ese día los jóvenes le propusieron que fuera un día con ellos. Un sábado se animó y en vez de salir de fiesta se fue con ellos. «Esa noche, dormí en paz». La comparaba con las noches en las que salía de fiesta y llegaba mal a casa. Noches que eran divertidas pero que no le daban la felicidad.

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