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A pesar del acoso laboral tuvo clara su vocación y la presencia del Señor en la oración

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Se considera hija de unos padres maravillosos que le han regalado el regalo de la fe. Además de madre, esposa y amiga de sus amigos. Silvia Relinque siempre se ha considerado que ha ido de la mano del Señor, en su vida cotidiana en casa, en la familia y como no, en el trabajo, tema que le ha valido sentir rechazo costándole el trabajo y parte de su salud. Como licenciada en Pedagogía vivía como vocación su formación al profesorado, la orientación académica y todo ello siempre de la mano de esa fe que nunca la ha abandonado.

«Uno de los momentos donde me invitan a trabajar es en un centro educativo en el departamento de orientación en un proyecto de educación compensatoria», explica. Un proyecto ilusionante dirigidos a niños con dificultades académicas en el aula para poder compensar las deficiencias académicas que puedan tener. «Este proyecto tan bonito lo viví como un regalo», recuerda Silvia. Y es que Silvia ya vivió como regalo su matrimonio, ser madre y ahora esta oportunidad laboral de poder orientar a estos jóvenes. Pero tras muchos años trabajando en este centro el ambiente se empezó a viciar. Silvia ya acudía al trabajo orando. «Yo sentía que en cada rostro de estos niños estaba el rostro del Señor».

Para Silvia este contacto con los niños era una oportunidad para darles la bienvenida al aula y que se sintieran acompañados y valorados a pesar de que de manera externa la etiqueta social que les ponían era de niños fracasados. «Acariciaba a estos niños con mi trabajo, haciéndoles ver que merecía la pena, que no estaba todo perdido». Empezó a ver dificultades por parte del equipo directivo sin conocer muy bien los motivos. Parece que no les gustaba su manera de trabajar. «A pesar de las dificultades yo siempre tenía la mirada puesta en ellos». Pero de forma reiterada se mostraban impedimentos hacia su forma de trabajar, críticas y con ellos ciertos castigos hacia su trabajo. Fue en un verano cuando sin decirle nada, la convocan en el colegio para decirle que prescinden de su servicio, una noticia que Silvia no se esperaba y menos cuando no había una justificación de peso detrás.

«Lo primero que se me pasó por la cabeza es que no me había despedido de mis alumnos porque era verano. Fue recoger las cosas del aula y volverme a casa», recuerda. Un camino de vuelta a casa que fue complicado pero que siempre tuvo al Señor que la acompañaba. «Te rindes y te abandonas y es así cuando hay más presencia del Señor. La vida la paró pero para algo bueno. «Empecé a gustar esas cosas de Dios en tu casa, en los detalles más pequeños. En este proceso hubo muchos descubrimientos y de continua presencia de la oración. De este proceso también fue naciendo una ilusión. «Abrí un libro en casa y en la página salió: ten un propósito. Empiezo a creerme que la escritura empieza a tener un sentido para Él. Empiezo a buscar editoriales», explica. Para finalmente publicar ‘Arraigados sólo en él’ un libro que desde la propia experiencia de Silvia aporta reflexiones para ser meditadas.

«El título de la obra alude a una invitación respetuosa y amable a transitar y navegar por los caminos de esa auténtica felicidad que reside cuando nos sustentamos en el Señor».

 

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