Dejó exitosa carrera en Wall Street para servir a Dios: Ahora celebra 25 años de sacerdote
(ACI) Hace 25 años un exitoso profesional de los negocios en Wall Street, distrito financiero conocido por ser el centro de la Bolsa de Valores de Nueva York, lo dejó todo hace 25 años para entregar su vida al servicio de Dios como sacerdote.
Hoy con 60 años de edad, el P. Kevin Kennedy, recuerda que era un exitoso supervisor comercial en Wall Street que, luego de reencontrarse con Dios en una Misa y en un voluntariado católico parroquial, sintió el llamado al sacerdocio. Ahora es párroco de la iglesia de San Gabriel en Washington DC y profesor adjunto de dos seminarios en la Escuela de Estudios Religiosos de la Universidad Católica de América.
Para el P. Kennedy, que conmemora su 25° aniversario de ordenación este año, Dios tenía un “plan de negocios” para su vida y el seguir su vocación como sacerdote le ha ofrecido “dividendos espirituales” tanto a él como a las personas a quienes sirve, declaró a Catholic Standard.
El hoy sacerdote nació en Nueva York y fue criado por sus padres Veronica MacGuire y Matthew Kennedy. Es el menor de ocho hermanos y si bien de pequeño solía ir a Misa dominical con su familia, con el tiempo dejó de vincularse con la Iglesia para centrarse en su profesión y diversiones.
“Éramos una típica familia católica irlandesa numerosa. Asistimos a la parroquia y escuela de San Francisco de Sales. Siempre teníamos que bañarnos el sábado por la noche para prepararnos para ir a la iglesia el domingo por la mañana. La Misa dominical era seguida de un gran desayuno irlandés, con morcilla y lonchas”, relató.
En 1982, Kevin se graduó y tituló en finanzas en la universidad de Baruch College en Nueva York y trabajó como supervisor de un nuevo sistema electrónico de comercio entre mercados en NASDAQ, segunda bolsa de valores automatizada y electrónica más grande de los Estados Unidos.
Mientras estudiaba un MBA en la Universidad Purdue, en Indiana, un amigo lo invitó a asistir a Misa en la parroquia del campus universitario. Fue así que luego de casi 10 años Kevin se reencontró con Cristo en la celebración de la Eucaristía, una experiencia que marcó su vida.
El P. Kennedy dijo que la iglesia estaba llena de jóvenes y que el sacerdote predicaba con entusiasmo. “Era una comunidad vibrante y sentí un espíritu de alegría que emanaba de ellos. Finalmente, me di cuenta que la gente de esa parroquia me llevó a la persona de Jesús”, señaló.
Luego se mudó a Washington DC como socio de una firma de investigación médica que usaba nuevas tecnologías para desarrollar medicamentos cardiovasculares. También construyó una casa en Potomac, cerca de Poolesville y se formó en la fe para dar clases voluntarias de educación religiosa en la parroquia Mother Seton en Germantown, Maryland, donde sirvió como ministro eucarístico. Allí se dio cuenta que disfrutaba mucho de la vida parroquial y decidió ingresar al seminario.
“Cuando me sentí llamado al sacerdocio por primera vez, le pregunté a Dios por qué había desperdiciado tanto tiempo, dinero y esfuerzo para desarrollar una carrera comercial, cuando Dios sabía que estaba destinado al sacerdocio. La sabiduría de Dios es tal que esas experiencias de espíritu emprendedor y liderazgo fueron un prefacio para mi vocación”, dijo el P. Kennedy.
Como seminarista, viajó a México en 1990; y en 1994 vivió en El Salvador con un grupo de religiosas y sacerdotes que lo impresionaron, pues pese a arriesgar sus vidas durante 10 años por la guerra civil, “tenían un valor y una alegría increíbles” al ejercer su ministerio.
“Unos años antes, dos religiosas de esa parroquia donde trabajaba fueron violadas y asesinadas. A pesar del miedo que tenían, todos los días esos sacerdotes y hermanas salían y cuidaban a la gente. Fue un testimonio increíble del Evangelio en carne”, dijo y afirmó que fue una “experiencia del amor de Dios en mi vida que quería compartir con otras personas”.
En 1995 visitó por un mes una parroquia y un campo de refugiados en Guatemala, en la frontera con Chiapas (México). Luego fue ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Washington y obtuvo un doctorado en Teología y Desarrollo Organizacional en la Universidad Católica de América.
Como sacerdote fue vicario de las parroquias Holy Redeemer en Kensington y San Martín de Tours en Gaithersburg, y administrador de la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia en Potomac. De 2004 a 2008 sirvió en la iglesia San Pablo en Damasco y luego en la iglesia de San Ambrosio en Cheverly hasta el 2016.
Las habilidades pastorales y experiencias comerciales del P. Kennedy y el apoyo de los fieles le ayudaron a enfrentar con éxito retos en las parroquias: estableció una base financiera sólida y construyó un edificio nuevo para la iglesia de San Pablo; y además, consolidó los recursos económicos y pastoreó a la comunidad bilingüe de la iglesia de San Ambrosio.
“El principal beneficio que obtuve en cada parroquia fue la gente que me enseñó a ser sacerdote en diferentes circunstancias”, dijo.
El P. Kennedy dijo que la iglesia de San Andrés, donde es párroco desde el 2016 y que celebrará su centenario, es bella por la diversidad de razas, idiomas, culturas y etnias de los fieles. Además, dijo que desde hace 12 años dicta dos seminarios para graduados sobre “espiritualidad del liderazgo”.
Si bien el P. Kennedy utiliza su experiencia comercial para enseñar a desarrollar habilidades pastorales como la formación de equipos, planificación pastoral estratégica y el ministerio colaborativo, “la base de cada principio que enseño proviene de nuestra fe”.
Luego de 25 años, el P. Kennedy afirmó que su vida como sacerdote es “increíblemente rica” y que lo que más le asombra de esta vocación son las experiencias inimaginables vividas, la diversidad de personas conocidas y “la inmediatez con la que entro en la vida de las personas”.
“Ya sea celebrando la unción de los enfermos con alguien que está muriendo, lidiando con un evento trágico en una familia o ayudando a una pareja a prepararse para el matrimonio, un sacerdote se adentra en la vida de las personas sin mucho prólogo”, explicó.
Durante la pandemia, el gerente de TI de su parroquia y los voluntarios lo ayudaron a grabar Misas bilingües y a publicar un boletín electrónico tres veces por semana con “podcasts en video”. Además, implementó reuniones parroquiales virtuales.
“El mundo y la Iglesia nunca volverán a ser lo mismo. Una disrupción de esta proporción nos cambiará permanentemente. Creo que el Espíritu Santo guiará a la Iglesia a utilizar esta crisis como un conducto de renovación y vitalidad. Tenemos que estar atentos a las oportunidades y no solo intentar volver a cómo eran las cosas antes de la pandemia”, concluyó.
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