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Su casa fue un seminario clandestino en China, ahora él se prepara para ser sacerdote

Su casa fue un seminario clandestino en China, ahora él se prepara para ser sacerdote

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(ACI) Wang Jie (nombre ficticio) es diácono y pertenece a la Iglesia clandestina china; lleva varios años estudiando en Europa y por razones de seguridad no puede dar su nombre verdadero ya que se arriesga a que las autoridades no le dejen entrar de nuevo en su país si conocen que se está preparando para ser sacerdote.

El futuro sacerdote nació en China “en una zona donde la mayoría del pueblo es pagano”; ninguno de sus familiares era católico y de hecho sus padres “no habían escuchado nunca ni tan siquiera la palabra ‘cristianismo’”.

Pero un día su madre se puso enferma. “Mis padres buscaron un hospital, pero allí no pudieron curarla, así que buscaron otro lugar y encontraron uno con una cruz, que pensaban que era un centro médico, pero en realidad era una iglesia donde les recibió una religiosa que curó a mi madre”, explica.

Pasado un tiempo, los padres de Wang Jie volvieron a ese lugar para agradecer a esa “señora” por haber curado a su madre. “Entonces la religiosa comenzó a hablarles poco a poco de la fe, de Cristo. A mis padres les interesó mucho y después de un tiempo se convirtieron”, precisa.

“Nosotros lo vemos como un milagro para que conociéramos la fe. Dios nos guió hasta su casa”, afirmó en declaraciones a ACI Prensa y otros medios.

Además, según explica, sus padres, antes de convertirse, intentaban ayudar a los demás en todo lo que podían. “Cuando mis padres escucharon de la fe que es amar a Dios, al prójimo y la caridad, les interesó muchísimo. De hecho ellos ya practicaban la caridad”, asegura.

Uno de los puntos más relevantes para sus padres fue escuchar que “nuestro origen está en Dios”. La familia se convirtió al cristianismo cuando él tenía 8 años y toda la familia se bautizó.

En China la Iglesia Católica fiel a Roma es conocida como “Iglesia clandestina”, ya que hasta ahora no han podido practicar su fe de manera abierta. El Gobierno sólo reconoce a la “Iglesia patriótica”, controlada por el Partido Comunista.

“En mi casa éramos mis padres, mi hermana y yo. Siempre hemos tenido muchísima gracia de Dios”, señaló. Wang Jie recordó que debido a la política del hijo único, vigente hasta 2005, sus padres no podían tener a su hermana. Sin embargo, “somos católicos, no íbamos a abortar cuando mi madre quedó embarazada”, afirmó.

El futuro sacerdote indicó que bajo esa ley, las familias que tenían dos o más hijos eran fuertemente penalizadas por el Gobierno comunista.

“Cuando mi hermana nació encontramos una familia que acababan de tener otro hijo y los inscribieron como si fueran mellizos. De hecho, mi hermana no tiene mi mismo apellido, sino el de esa familia porque según esos documentos son hermanos”, asegura.

Seminario clandestino en casa

“En una ocasión mis padres encontraron un sacerdote, que era el rector del seminario. Se hicieron amigos, le invitaban a casa y hablaban de todo. El sacerdote les explicó que había seminaristas que se estaban preparando para ser sacerdotes, mis padres preguntaron dónde vivían estos seminaristas y el rector les explicó que cada tres o cuatro meses cambiaban de sitio porque era peligroso, ya que las autoridades podían descubrirles. Mis padres ofrecieron nuestra casa, ellos podrían vivir en la planta baja y nosotros en la planta de arriba”, indicó.

Así, durante 10 años los seminaristas estuvieron viviendo de manera intermitente en la planta baja de su casa.

Este ejemplo caló dentro del corazón de Wang Jie, hasta que con 16 años decidió entrar en el seminario. “Dentro de mi corazón me gustaba esa vida, quería ser como ellos”, explica.

Sin embargo, la decisión definitiva la tomó tras acompañar a uno de estos seminaristas a dar unas catequesis. “Cuando volví a casa era como si algo hubiera encendido mi corazón, le dije a mis padres que quería ser sacerdote. Tenía esa semilla de la vocación en mi corazón”, apunta.

“Ahora soy diácono y no tengo una palabra para explicar la profundísima alegría que tengo en  mi corazón”, asegura.

“Cuando tenía 8 años me bautizaron, con 16 entré al seminario, con 24 vine a Roma a estudiar, se puede decir que cada 8 años cambia mi vida. Veamos qué es lo siguiente”, afirma.

Dificultades

El seminarista dijo a ACI Prensa que aunque está estudiando en Europa, su deseo es volver cuanto antes a China para predicar allí el Evangelio.

Y es que ser miembro de la Iglesia clandestina en China es muy difícil. “Todo se hace en familia, en las casas. La misma mesa que se utiliza para comer, se limpia y allí se celebra la misa. Después se recoge todo y se imparte el catecismo o se habla de asuntos familiares”, explica.

Los católicos se conocen a través de los sacerdotes que ponen en contacto a las familias. “Nos llamamos y avisamos que viene un ‘amigo’ a cenar. Eso significa que vendrá el sacerdote y nos celebrará la Misa. No podemos hablar de manera explícita porque las autoridades chinas nos pueden estar escuchando”, señala.

Sin embargo, asegura que vivir con el riesgo de que las autoridades chinas puedan detenerlo vale la pena porque “si queremos tener la Verdad, es lo que hay que hacer a pesar de que cueste”.

“La fe no es como una fábrica a la que entramos a trabajar y si me gusta, me quedo; y si no me gusta me voy a otro lado. Mi fe es encontrar a tu Padre, a tu Dios y vivir la vida así”.

Además subraya que “es la fe lo que queremos defender, es querer lo que dice el Padre. Hay una frase que me gusta mucho que es de Tertuliano que es: ‘Sangre de mártires semilla de nuevos cristianos’”.

En ese sentido explica que uno de los peores momentos es cuando tiene que entrar en China, ya que sería peligroso que las autoridades descubrieran que es sacerdote de la Iglesia Católica clandestina.

“Cuando estoy en la fila para entrar y tengo el pasaporte en mis manos comienzo a rezarle a la Virgen: ‘Madre mía, ayúdame. Madre mía, ayúdame’. Y siempre ha ido todo bien, aunque los peligros son reales, Dios siempre me ayuda”, afirma.

Sobre el reciente acuerdo entre la Santa Sede y el Gobierno de China, con el que se comienza la integración de la Iglesia clandestina y la Iglesia Patriótica, el seminarista asegura que “hay que aclarar que sólo hay una Iglesia. Quizás está dividida en dos partes, pero la Iglesia es solo una. Tenemos que estar unidos, porque ahora mismo estamos separados”.

“Hay quienes dicen que el acuerdo está bien y otros a los que no se lo parece. Pero sobre todo hay que rezar muchísimo y seguir lo que diga la Iglesia, porque el Diablo quiere desunir a la Iglesia y sabe cómo hacerlo”, explica.

Además subraya que a pesar de que los católicos clandestinos no viven una situación nada fácil, anima a la fidelidad al Papa. “Dios le dio la llave del Papado a San Pedro y eso es parte de nuestra fe, y o nos unimos a Pedro o no caminamos”, precisa.

Anima también a ser extremadamente prudentes y subraya: “En China hace 30 años que no hay sacerdotes y obispos porque se han prohibido, pero a pesar de eso el número de fieles cristianos no ha descendido. Viven la fe gracias al Rosario, la Virgen en China es muy importante y ellos mantienen su fe gracias a la Virgen, porque no pueden participar de los sacramentos. La Iglesia es de Dios y Él sabe por qué hace cada cosa, por eso hay que mantenerse unidos a Pedro”.

De hecho el futuro sacerdote asegura que su futuro está en China y que desea volver a su país para servir a los cristianos.

Wang Jie puede estudiar y formarse como sacerdote en Europa gracias la Fundación Centro Académico Romano de Formación (CARF).

Esta fundación otorga becas a seminaristas y sacerdotes de diócesis necesitadas de todo el mundo para que puedan formarse en la Universidad de Navarra (España) y en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma (Italia), para posteriormente volver a sus diócesis. Más información sobre CARF y cómo ayudar a sacerdotes y seminaristas AQUÍ.

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