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Afrontó la muerte de su marido por coronavirus desde la fe

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Pilar Carmena es madre de cinco hijos y esposa de Guillermo que falleció a causa del coronavirus. Todo sucede a finales de febrero cuando el marido de Pilar se pone enfermo con lo que parecía poder ser una gripe. Pero esa gripe no mejoraba continuaba con fiebres altas. Cuando llaman al médico para que pudieran verlo, vieron que algo no iba bien en sus pulmones. Es cuando empieza a sentir malestar y ahogo. Finalmente se lo llevan al hospital y tras tenerlo en observación, lo acaban aislando. La última noche en la que Guillermo estuvo consciente la pasó con su mujer que la recuerda como muy bonita ya que tuvieron un momento de rezar juntos».

Ya estás un poco asustada porque además él también lo estaba», explica Pilar. Por la mañana del día siguiente les avisan que van a subir a Guillermo a la UCI y Pilar se tiene que ir a casa ya que por protocolo nadie podía estar en la habitación del hospital ya que le iban a hacer la prueba del coronavirus. «Yo me voy a casa y al tiempo me llaman diciéndome que le iban a sedar y a entubar que estaba muy mal, que podía ir a despedirme de él», explica. Antes de que ya no fuera consciente todos pensaban que se recuperaría incluso los propios médicos se lo dijeron. El propio Guillermo le estuvo dando instrucciones a Pilar para que pudiera organizar la casa y el trabajo mientras el no estaba.

Le decía que no se preocupara que esta situación duraría unos días, que rezarían todos juntos. Cuando los médicos le dan la noticia de que Guillermo ha dado positivo en coronavirus a Pilar se le cae el mundo encima pero sigue con la esperanza puesta en la recuperación. «Enseguida nos ponemos a rezar en familia, yo poniendo mensajes a todos nuestros conocidos de la parroquia, a todos los matrimonios, misioneras y misioneros que conocemos. Nos sentimos muy acompañados en la oración. Yo confiaba casi más en la oración que en los médicos. Sabes que está en manos de Dios», explica. Iban pasando los días con altos y bajos, al principio los médicos llamaban para informar de que se estaban produciendo pequeñas mejorías, pero luego empeoraba. «Tenía una pena tremenda y mucha angustia por no poder acompañarle.

Porque aunque estuviera entubado tu sabes que de alguna manera el amor se siente y la necesidad de ser cuidado y yo pensaba que el sentía que no estaba a su lado. Es una de mi mayor dolor a lo largo de ese tiempo, pero no me dejaban». Un tiempo complicado para Pilar y su familia que pudo ser aliviado por la oración que siempre estaba presente en sus días. «Rezamos cada día en familia el Rosario, nuestro párroco también nos trajo la Eucaristía, tuvimos la gracia de tener a Jesús con nosotros acompañándonos esos días», explica.

 

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