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Tras su dolorosa separación encontró consuelo en el Padre Pío y en Medjugorje

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Judith es profesora en un colegio y madre, nace de una familia católica. Su madre católica, es la que guía a toda la familia por el camino de la fe. El camino de fe de Judith siempre ha sido un camino que ha estado muy unido a la Iglesia, aunque cuando se casa empieza a dejar de ir dejando de participar en todo aquello que tiene que ver con movimientos católicos. Contrae matrimonio a los 27 años y fruto de ese matrimonio tiene dos hijos. Su conversión real comienza cuando se separa. Se separa a los cuatro años de convivencia. «Aquí es donde empieza mi camino real de conversión», explica Judith.

Al año se separarse teniendo una conversación con un sacerdote, le habla de Betania, un grupo de mujeres separadas. De este modo, empieza a asistir a este grupo de mujeres separadas y se da cuenta que interiormente no estaba tan bien como ella pensaba. «A veces nos encerramos en nuestra burbuja y no nos damos cuenta que una separación es un duelo, y esa separación lleva consigo muchas heridas afectivas y muchas heridas que tienes que ir sanando poco a poco porque esas heridas además puedes transmitírselas a tus hijos», explica.

Allí Judith se encontró con mujeres que seguían el mismo camino de ella y que tenían las mismas heridas que ella. La primera vez que acudió a este grupo de Betania recuerda con humor cuando al pulsar el portero nadie le abría en una perfecta ocasión para escapar de ese momento. «Finalmente me abrieron, y doy gracias a ese grupo que me abrió las puertas en ese momento, cuando iba tal mal, con tantas cargas», explica. Paralelamente el mundo de Judith se desenvolvía en este mundo complicado de las relaciones y lo efímero, cuando no tenía sus hijos a su cargo ella salía de fiesta. «Vas encontrando en el mundo cosas que no te pueden ofrecer, no te pueden sanar esas heridas afectivas, las vas buscando en personas que no son las adecuadas, vas teniendo relaciones que no te aportan absolutamente nada», explica. «A través de la conversión he entendido la importancia del cuerpo y de ser templo del Espíritu Santo. No romperte más de lo que estás.

Siempre tendía en buscar en hombres que no eran los adecuados ese amor que se había roto, que se había perdido en mi proceso de separación». «En una reunión de Betania me hablaron de un sacerdote que es hoy mi director espiritual. Llegó a él con un gran desorden en su vida. «Cuando llego, este sacerdote empieza a rezar por mi y me da dos libros, uno de la Virgen de Medjugorje y otro del Padre Pío». Cuando leía sobre el libro de Medjugorje cada vez le entraban más ganas de ir pero las dificultades económicas en las que se veía en esos momentos se le hacía complicado viajar.

 

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