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De trabajar en un despacho de abogados a ser sacerdote misionero en Honduras

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El Padre Álvaro era un joven de Madrid que podría decirse pertenecer a una clase media alta. Apasionado del golf su referente era en aquellos años Severiano Ballesteros. Él empezó a jugar al golf cuando no mucha gente jugaba pero en vez de relacionarse con gente de ese mundo de personas con un poder adquisitivo alto, se empezó a juntar con la última generación de caddys, eran chavales que tenía mi edad pero de un entorno mucho menos favorecido que yo.

Eran chavales que tenían que traer dinero a casa, y a mí el contacto con ellos me sorprendió. Eran chicos como yo que habían dejado de estudiar, y que trabajando como caddys entraban de alguna manera en ese microcosmos del golf en el que yo me movía. Era como el reflejo de la sociedad: unos pueden jugar, y otros están ahí, aparcados, sin poder participar, como si no sirvieran» explica Álvaro.

También trabajó en un despacho de abogados tras formarse en un centro tan prestigioso como era ICADE. El Padre Álvaro siempre quiso tener una visión más amplia de la realidad, ya que vivir en el mundo de buenos trabajos, estudiar en ICADE, podría ser muy interesante en muchos aspectos pero «te daba una visión plana, no ves todos los matices, todos los tipos de personas y situaciones», explica. Precisamente eso le motivó a cuestionarse que tenía que hacer algo, porque trabajando sólo como abogado no entendía como a él le iba tan bien y a tantas otras personas no.

«No estaba tranquilo con que me fuese bien solo a mí», asegura. Este pensamiento le motivó a dejar el trabajo y buscar otras opciones de vida y de trabajo que pudiera verlas con una utilidad más práctica a la hora de equilibrar un mundo ya de por sí bastante desigual. Al venir de un mundo donde al rigor y a la profesionalidad se le daba mucho valor, quiso irse a estudiar a u MBA becado para estudiar una formación en cómo resolver la pobreza a través de los negocios. «Eso me llamó la atención como una manera de poder equilibrar el mundo pero desde una visión más profesional, más seria. Pero para Álvaro no era sólo suficiente ésto.

Quería más y ese añadido lo encontró viajando por Sudamérica y más concretamente lo encontró en Honduras. «Mi vocación era una vocación más de servicio, y mi vida cristiana era cada vez menos intensa porque era el cristiano practicante de misa y a veces se me olvidaba ir a misa. Pero al descubrir la pobreza de América Latina de una manera tan intensa, me cuestionó mucho en la manera de pensar. Que si tenía buenas ideas en la cabeza pero no las acababa de aterrizar. No las ponía en la práctica.

Y también me cuestioné mi propia hipocresía porque yo si daba dinero a las ONgs pero daba lo que me sobraba. No era un compromiso muy firme», asegura. ¿Quieres conocer cómo termina la historia de la vocación a la llamada misionera del Padre Álvaro Ramos, sacerdote diocesano en Honduras? ¡No pierdas la entrevista completa te sorprenderá!

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