Su tetraplejia la devolvió a una vida digna – Testimonio de María Luisa Ruiz-Jarabo
María Luisa Ruiz-Jarabo tenía 33 años cuando en 1998 quedó tetrapléjica tras sufrir un accidente de esquí. Aunque todo cambió para ella drásticamente, fue su discapacidad la que le llevó a reencontrarse con Dios y a recuperar la felicidad, dejando atrás una vida de frenética actividad que ocultaba muchas tinieblas y un gran vacío.
Aquel accidente y sus consecuencias la sacaron del abismo de la noche, las drogas y la bulimia para comenzar una vida digna enamorada de Dios.
Estuvo varias semanas en coma en la unidad de cuidados intensivos. Cuando despertó, no sabían cómo evolucionaría. Su padre se limitó a decirle: “estás en manos de Dios”. El encuentro con Dios a través del dolor y las limitaciones le hizo cambiar la mirada, fijarse en las cosas buenas que le sucedían pese a la gravedad de su estado. Recuperó un libro sobre Madre Teresa de Calcuta en el que la santa relataba que cuando llegaba a alguna de sus casas una persona destrozada, un desecho de humanidad, eran cuando más veían el rostro de Cristo”. Y María Luisa se veía a sí misma como un destrozo, sin poderse mover y con ayuda para respirar, en el que había “algo de Cristo”.
De misionera a Camboya
En medio de todo su proceso de encuentro y enamoramiento con el Señor, María Luisa conoció a un sacerdote que marcaría profundamente sus siguientes años: el padre Kike Figaredo, prefecto de Battamang (Camboya), que desarrolla en aquel país una impresionante labor social, muy conocido por fabricar sillas de ruedas y prótesis para las miles de personas víctimas de las minas antipersona.
En Camboya, María Luisa descubrió a montones de “niños sonriendo, con sus sillas, sus prótesis, había niños ciegos pero con alegría por todos lados”. Decidió colaborar con el padre Kike y con otras asociaciones, porque es “buenísimo salir de uno mismo. No quedarte con lo tuyo, tus problemas, tu mundo ya que te acabas hundiendo y puedes engancharte a adicciones”.
Un retiro de Emaús
Cuando se cumplieron quince años de su accidente quiso organizar algo para todas las amigas que tanto le habían ayudado ese tiempo. “Les pedí que me regalaran 48 horas de su vida”, recuerda María Luisa. Todas accedieron, y sin que lo supieran las apuntó a todas a un retiro de Emaús de los que ya r entonces se oía a hablar.
Para ella fue otro gran regalo. “A todas de alguna forma nos tocó de una manera muy bonita. Como es muy testimonial, va directo al corazón. Hay conversiones y transformaciones. Yo me tiré todo ese retiro dando gracias a Dios. En cuanto podía iba al Santísimo a dar gracias porque veía a mis amigas tan tocadas que alababa a Dios como una loca”, recuerda alegre.
Estos y muchos más detalles de María Luisa Ruiz-Jarabo los puedes conocer en el testimonio que generosamente compartió para Mater Mundi TV.
[Redifusión del programa emitido en junio de 2017]
©Mater Mundi TV
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