“El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará”
Evangelio según S. Juan 12, 24-26
Dijo Jesús a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará».
Meditación sobre el Evangelio
Es ley de la tierra que el grano de trigo para fructificar, ha de morir; deshecho en el surco se logra por entero; truécase en espiga y se multiplica. Esta es, asimismo, ley del cielo, ley del reino. Nuestra muerte da vida y nuestra sangre da hijos.
No que siempre y cada día haya uno de enterrarse y fenecer; pero sí llega en la extensión del reino, en la ultimación del fruto, en el brote final y floración de innúmeros retoños para Dios, una hora en que todo se alza en contra y tiene uno que caer. No desmayar entonces, no escapar a la catástrofe cediendo, retrayéndose, rindiendo la verdad. ¡Sigue adelante con la verdad desplegada! y muere: Llega la hora de tu glorificación.
La gloria de Cristo son los hijos que produce para Dios; la gloria tuya son los hijos que brotas al Padre. Transcurren los años en una labor sosegada o triunfal, mezclada de penas, alegrías, contratiempos y éxitos. Una época surge en que a tu árbol lo atacan el hacha y la sierra; lo desmocharon, lo desgajaron, y quedó sólo un tocón. Cavaron una hoya y lo enterraron. Presto, de ese tocón, brotará una selva.
No temáis a los adversarios, a los empedernidos contra el evangelio. Muchos pactarán para evitar su daño; se avendrán para conservar un bien-pasar; se acomodarán a los criterios imperantes, se escabullirán de todo riesgo haciéndose reptantes ante el jefe. Os aseguro que esos tales se perderán; el pie que lamían los pisará y el daño que ladearon los pillará. Sin Dios que los proteja, se estrellarán.
En cambio, los que avanzan tan fijos de hito en hito en el amor que desatienden su vida, tan locos por la caridad y por todos que parecen odiar sus conveniencias, éstos conservarán la vida y la dicha, aunque parecieron perderla. No la pierden, sino la logran, dándole todo su sentido y sacándole todo su fruto. La conservan eternamente.
Traza una raya y exclama: Si alguno quiere servirme, que me siga. El que me siga sepa que como yo soy, así él tiene que ser; que donde yo estoy, allí él estará.
Atended mi caridad, mi entrega a todos hasta la muerte, mi perseverancia en esta doctrina a pesar de los contrarios, mi Padre conmigo y el mundo de los malos contra mí; os ofrezco el cielo y el Padre, la felicidad y la vida con tal de que os mantengáis en la caridad y en la fe.
El infierno os vomitará ultrajes y miedos, os querrá sobornar con dádivas y puestos, os rodeará de enlaces que os disuadan. Donde yo estoy, allí estará mi seguidor: En caridad, en fe, en alegrías, en trabajos, en persecuciones, en cruz… y en el cielo. Al que está a mi lado, el Padre le honrará; al que permanezca en mi vera, el Padre permanecerá a la suya; al que se abrace conmigo y con lo mío, el Padre le abrazará.
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