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Conoce las fuertes ideas del potente discurso de San Juan Pablo II a los políticos

Conoce las fuertes ideas del potente discurso de San Juan Pablo II a los políticos

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(P.J.Ginés) El primer sábado de noviembre hace 20 años, el 4 de noviembre del año 2000, la Iglesia celebraba el Jubileo de los Políticos y Gobernantes, y Juan Pablo II congregaba en el Vaticano a numerosos políticos. Allí estaban la presidenta del Senado de Polonia; el presidente del Senado de Argentina, Mario Losada; el presidente del Senado italiano; el senador Francesco Cossiga («activo promotor de la proclamación de santo Tomás Moro como patrono de gobernantes y políticos»), otros jefes de Estado e incluso el ateo Mijail Gorbachov, el último presidente de la Unión Soviética.

Ante estos poderosos del mundo, y al finalizar el cruelísimo siglo XX, marcado por la amenaza atómica, las guerras mundiales, la Guerra Fría, los totalitarismos y las matanzas, y también por una tecnología capaz de hacer mucho bien a la vez que mucho mal, el Papa Juan Pablo II quiso reflexionar sobre la vocación política. Así surgió su potente discurso a los políticos que resumimos en 9 ideas y que siguen siendo una hoja de ruta para el político cristiano.

1. Hay que reflexionar sobre la política

«Es necesario preguntarse por la naturaleza, las exigencias y los objetivos de la política, para vivirla como cristianos y como hombres conscientes de su nobleza y, al mismo tiempo, de las dificultades y riesgos que comporta».

2. La política debe servir al bien común

«La política es el uso del poder legítimo para la consecución del bien común de la sociedad. Bien común que, como afirma el Concilio Vaticano II, “abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social con las que los hombres, familias y asociaciones pueden lograr más plena y fácilmente su perfección propia”. La actividad política, por tanto, debe realizarse con espíritu de servicio»

3. El político cristiano debe servir al bien, no a su partido

«El cristiano que actúa en política —y quiere hacerlo “como cristiano”— ha de trabajar desinteresadamente, no buscando la propia utilidad, ni la de su propio grupo o partido, sino el bien de todos y de cada uno y, por lo tanto, y en primer lugar, el de los más desfavorecidos de la sociedad».

4. Debe crecer la solidaridad, frente a la ley del «máximo beneficio económico»

«Para vencer el egoísmo de las personas y las naciones, lo que debe crecer en el mundo es el espíritu de solidaridad. Sólo así se podrá poner freno a la búsqueda de poder político y riqueza económica por encima de cualquier referencia a otros valores. En un mundo globalizado, en que el mercado, que de por sí tiene un papel positivo para la libre creatividad humana en el sector de la economía, tiende sin embargo a desentenderse de toda consideración moral, asumiendo como única norma la ley del máximo beneficio, aquellos cristianos que se sienten llamados por Dios a la vida política tienen la tarea —ciertamente bastante difícil, pero necesaria— de doblegar las leyes del mercado “salvaje” a las de la justicia y la solidaridad. Ese es el único camino para asegurar a nuestro mundo un futuro pacífico, arrancando de raíz las causas de conflictos y guerras: la paz es fruto de la justicia».

5. Las leyes no deben ir contra la ley natural y la moral

«La ley positiva no puede contradecir la ley natural, al ser ésta una indicación de las normas primeras y esenciales que regulan la vida moral y, por tanto, expresión de las características, de las exigencias profundas y de los más elevados valores de la persona humana. Como he tenido ocasión de afirmar en el Encíclica Evangelium vitae“en la base de estos valores no pueden estar provisionales y volubles ‘mayorías’ de opinión, sino sólo el reconocimiento de una ley moral objetiva que, en cuanto ‘ley natural’ inscrita en el corazón del hombre».

6. Un cristiano no puede apoyar leyes de aborto o eutanasia ni uniones que suplantan el matrimonio

«Una ley que no respete el derecho a la vida del ser humano —desde la concepción a la muerte natural, sea cual fuere la condición en que se encuentra, sano o enfermo, todavía en estado embrionario, anciano o en estadio terminal— no es una ley conforme al designio divino. Así pues, un legislador cristiano no puede contribuir a formularla ni aprobarla en sede parlamentaria, aun cuando, durante las discusiones parlamentarias allí dónde ya existe, le es lícito proponer enmiendas que atenúen su carácter nocivo. Lo mismo puede decirse de toda ley que perjudique a la familia y atente contra su unidad e indisolubilidad, o bien otorgue validez legal a uniones entre personas, incluso del mismo sexo, que pretendan suplantar, con los mismos derechos, a la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer«.

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Icono de Santo Tomás Moro, patrono de los políticos, con las palabras que dijo antes de que le cortara la cabeza el rey Enrique VIII, de quien fue canciller: «Muero como buen sirviente del Rey, pero primero de Dios»

7. El cristiano no debe huir, sino alzar la voz y dar buen testimonio, también en política

«En la actual sociedad pluralista, el legislador cristiano se encuentra ciertamente ante concepciones de vida, leyes y peticiones de legalización, que contrastan con la propia conciencia. En tales casos, será la prudencia cristiana, que es la virtud propia del político cristiano, la que le indique cómo comportarse para que, por un lado, no desoiga la voz de su conciencia rectamente formada y, por otra, no deje de cumplir su tarea de legislador. Para el cristiano de hoy, no se trata de huir del mundo en el que le ha puesto la llamada de Dios, sino más bien de dar testimonio de su propia fe y de ser coherente con los propios principios, en las circunstancias difíciles y siempre nuevas que caracterizan el ámbito político».

8. Son tiempos oscuros, pero tenemos a Cristo y el Evangelio de la Luz

«Los tiempos que Dios nos ha concedido vivir son en buena parte obscuros y difíciles, puesto que son momentos en que se pone en juego el futuro mismo de la humanidad en el milenio que se abre ante nosotros. En muchos hombres de nuestro tiempo domina el miedo y la incertidumbre: ¿hacia dónde vamos? ¿cuál será el destino de la humanidad en el próximo siglo? ¿a dónde nos llevarán los extraordinarios descubrimientos científicos realizados en estos últimos años, sobre todo en campo biológico y genético? En efecto, somos conscientes de estar sólo al comienzo de un camino que no se sabe dónde desembocará y si será provechoso o dañino para los hombres del siglo XXl. Nosotros, los cristianos de este tiempo formidable y maravilloso al mismo tiempo, aun participando en los miedos, las incertidumbres y los interrogantes de los hombres de hoy, no somos pesimistas sobre el futuro, puesto que tenemos la certeza de que Jesucristo es el Dios de la historia, y porque tenemos en el Evangelio la luz que ilumina nuestro camino, incluso en los momentos difíciles y oscuros».

9. Si rezan y participan en la Iglesia, Dios bendecirá también a los políticos

«El encuentro con Cristo transformó un día sus vidas y ustedes han querido renovar hoy su esplendor con esta peregrinación a los lugares que guardan la memoria de los apóstoles Pedro y Pablo. En la medida en que perseveren en esta estrecha unión con Él mediante la oración personal y la participación convencida en la vida de la Iglesia, Él, el Viviente, seguirá derramando sobre ustedes el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad y el amor, la fuerza y la luz que todos nosotros necesitamos. Con un acto de fe sincera y convencida, renueven su adhesión a Jesucristo, Salvador del mundo, y hagan de su Evangelio la guía de su pensamiento y de su vida. Así serán en la sociedad actual el fermento de vida nueva que necesita la humanidad para construir un futuro más justo y más solidario, un futuro abierto a la civilización del amor».

El texto completo del discurso se puede leer aquí en Vatican.va en español.

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