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Domingo 33º del Tiempo Ordinario.- Sta. Isabel de Hungría 17-11-2019

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“Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”

Evangelio según S. Lucas 21, 5-19

Como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y los exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: “Yo soy” o bien: “está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.

Cuando oigáis noticias de guerras y revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida«. Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre.

Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

 

Meditación sobre el Evangelio

U n pueblo entero formando con Cristo el cuadro de caridad para la conquista de todos al bien. Sin embargo, se alistaron con las tinieblas. Es fatal ponerse enfrente de Dios. Al que lo ha rechazado, termina por desplomársele el cielo en la cabeza. No quedará piedra sobre piedra, profetizó, todas serán destruidas. Impresionados, preguntan cuándo será. Imaginaban que el fin de Jerusalén y el fin del mundo eran lo mismo. Mentalidad judía que Jesús no logró desarraigar. Les aclara que el fin del mundo es muy posterior y les avisa el castigo de la ciudad que, diciéndose santa, era proterva.

Era preciso formar un paralelo entre la suerte del judío y la de toda comunidad o pueblo hasta el fin del mundo. Lo que hicieron los judíos, creyéndose santos y obrando contra la luz, tomando fervores de ascetas y desechando la caridad, sería historia repetida por otros. La maldición de Jerusalén se repetiría mil veces, con similares circunstancias de castigos a los malos y persecuciones a los buenos por los malos; e igualmente, con la aparición de maestros de virtud que se presentan como enviados o aprobados por Dios. No les creáis, clama Jesús, creed en mí; lo que se salga de mi doctrina no lo creáis, son impostores. Al fin del mundo se agudizará, como una explosión final del bien y del mal. Jerusalén es el bosquejo.

«Que nadie os engañe». Cristo no hay más que uno; ya fue. Si inventan otra religión con nombre de Cristo, son falsarios; estad alerta siempre: Únicamente hay un Cristo, y únicamente es su religión la que Él dijo.
Tampoco supongáis inminente el fin del mundo. De antemano os anuncio multitud de catástrofes: Guerras, choques de pueblos, calamidades atroces que atravesarán por el mundo. Jesús, de lo que trata es de sentar que el fin del mundo está lejos y que no coincide con la destrucción de Jerusalén. Procura informarles de ciertos dolores por los cuales han de pasar los seguidores de Jesús.

Aprovechad toda ocasión para esparcir mis ideas. Resultaréis por vuestras palabras una iluminación para muchos de los que os juzgan o escuchan, y vuestra conducta en el peligro, una ilustración de la verdad. Se os ocurrirán de antemano contestaciones agudas, convincentes. No las retengáis en la memoria, será mi Espíritu el que hablará por vuestra boca. ¡Bendito consejero que desciende hasta el detalle de cómo no debemos pensar al pleitear nuestra causa ante los jefes. El Espíritu mío y del Padre responderá por vosotros y confundirá a todos los adversarios.

Avisa que habrá cobardes. ¡Ay de ellos!, tales se convierten en traidores. Hasta los parientes más próximos se aliarán contra el bueno. Termina por averiguarse que hay un parentesco más íntimo, una afinidad entre los de cada bando, más real que la sangre. Hasta un padre acusará al hijo y formará piña con los otros contra él. Llegarán hasta mataros. Pero no temáis; el Padre cuida de vosotros como hijos, con infinita solicitud.
Nos previene también de predicadores falsos que suministrarán mentiras por virtud y falsificaciones por género de Cristo: «Engañarán a muchos». Retrato de la historia de tantos lugares, apellidadas cristianas, tirando cada cual por su lado sin lograr avenirse, vacíos de caridad, llenos de resentimientos y mutuamente despiadados. Muchos desertarán de la caridad ante las dificultades; otros la conservarán, pero fría y sin esplendor.

El que en ella se mantenga, el que la sostenga hasta perecer, «el que perseverare hasta el fin, ése se salvará».

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