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Miércoles 27º del Tiempo Ordinario 9-10-2019

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“Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe y no nos dejes caer en tentación”

Evangelio según S. Lucas 11, 1-4

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en la tentación”».

 

Meditación sobre el Evangelio

A provecha cualquier resquicio del prodigarse a todos, para conversar con su Padre; atracción irresistible que le desvía a ratos de la gente para sumergirse en oración. Sirvió de ocasión para que nuevamente dejara, en forma de oración, constancia de su mensaje. El modo de orar marca en toda religión la relación del hombre con Dios y la manera por consiguiente de obrar. Les reduce a síntesis cómo conversar con Dios: Como un hijo con su Padre; ámenle hasta penar si alguien lo mencionare indebidamente, pues quieren ver su nombre y su figura rodeada de elogios y de fiestas.

Suspiren porque su reino de cielo empiece entre los hombres, ya aquí en la tierra, con ese mutuo reinarse de los que se aman; reino que Dios sueña para nuestro bien y Jesús lo constituye su evangelio. Recabar de Él subsistencia, cuanto necesitamos para comer y existir, acudiendo cada día a su mano como el niño a su madre; no contentarse con salir cada uno de apuro, sino pedir en plural cual corresponde a los que aman. Obtener perdón de los pecados, obsequiándole con nuestra generosidad hacia el prójimo, enterados de que Dios nos mide con la medida que midiéremos, y se deshace en perdones contemplando nuestra indulgencia con los hombres… Suplicarle nos libre de pruebas difíciles, de situaciones agudas donde es fácil flaquear; que amengüe nuestro combate y merme el cáliz de la pasión o lo retire.

La necesidad misteriosa del sufrimiento y la obra de la prueba, sustituyéndola en gran parte, y la supera la oración desbordante de esperanza.

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