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El Papa: buscar las cosas que tienen un verdadero valor

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A la hora del Ángelus, el Papa Francisco comenta la parábola de Jesús sobre el “rico necio” y subraya que la búsqueda frenética de bienes materiales encadena el corazón, lo distrae del “verdadero tesoro que está en el cielo” y es a menudo “fuente de inquietud, adversidad, prevaricación y guerra”.

“Los bienes materiales son necesarios para la vida, son un medio para vivir honestamente y compartir con los más necesitados”: fue la afirmación del Papa Francisco a la hora del Ángelus dominical. Ante los fieles romanos y peregrinos congregados en la soleada Plaza de San Pedro, el Pontífice reflexionó sobre el pasaje del evangelista Lucas, que relata la actitud de un rico insensato que le pide a Jesús que resuelva una cuestión de herencia familiar.

Cristo, subraya el Papa, “exhorta a estar alejados de la codicia, es decir, de la avidez del poseer”, y relata la parábola del rico “que se cree feliz porque ha tenido la fortuna de un año excepcional y se siente seguro de los bienes acumulados”. Pero pronto sus proyectos de tranquilidad y bienestar durante muchos años entran en contraposición con los de Dios.

En lugar de “muchos años”, explica Francisco, Dios señala al rico la inmediatez de “esta noche: esta noche morirás”; en lugar del “goce de la vida” les presenta la “entrega de la vida”, con el consiguiente juicio. La conclusión de la parábola, formulada por el evangelista, es de singular eficacia: “Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. “Es una advertencia que revela el horizonte hacia el que todos estamos llamados a mirar”.

El Pontífice recuerda  que el Señor “nos invita a considerar que las riquezas pueden encadenar el corazón y distraerlo del verdadero tesoro que está en el cielo”, como dice también San Pablo en la segunda lectura de hoy, invitando a buscar “las cosas de allí arriba, no a las de la tierra”:

El Papa invita a “buscar una vida realizada no según el estilo mundano, sino según el estilo evangélico: amar a Dios con todo nuestro ser, y amar al prójimo como Jesús lo amó, es decir, en el servicio y en el don de sí mismo”, porque – explica –  “el amor así comprendido y vivido es la fuente de la verdadera felicidad, mientras que la búsqueda desmesurada de los bienes materiales y de las riquezas es a menudo fuente de inquietud, adversidad, prevaricación y guerra”. Que la Virgen María, expresa finalmente Francisco, nos ayude a no dejarnos fascinar por las seguridades que pasan, sino a ser cada día testigos creíbles de los valores eternos del Evangelio.

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