Cuando Dios se hace el encontradizo: dos casos alentadores de vocación
(Alfa y Omega) Dios tiene una originalidad infinita al hacer las llamadas de nuevos operarios para su viña. El viento del Espíritu sopla donde y cuando quiere.
Podemos aplicar esto a las vocaciones de Pedro Casado y Anthony Enitame. Son seminaristas en Madrid y Cádiz respectivamente, ambos en segundo curso.
Es la divina insistencia del amor, que ofrece un don sin arrepentimiento. Estas son las experiencias de Anthony Enitame y Pedro Casado.
Casado respondió a Dios afirmativamente con más de 40 años, una carrera exitosa y una experiencia fuerte de Dios en un barrio marginal de Montevideo
Pedro tenía una vida ya hecha y todo lo que podía desear, pero sentía un gran vacío interior, le faltaba la felicidad y la plenitud.
Su vocación se manifestó en 2003 durante la visita de San Juan Pablo II. Le impactaron profundamente estas palabras: –«Merece la pena dar la vida por la causa del Evangelio»-. Desde entonces entró en un periodo de inquietud y búsqueda, para saber cómo y cuándo debía entregarse al Señor.
Su hermano le aconsejó viajar a Montevideo para buscar a Dios. Lo que iba a ser solo un trabajo de oficina de dos meses se convirtió en un apostolado de más de seis meses en los barrios más deprimidos de la capital uruguaya. Aquello le llenó.
«Había realidades muy complicadas, niños que comían en cartones, infraviviendas, asesinatos… Pero, no me preguntes por qué, allí encontré la plenitud, descubrí que esa era mi vida. Solo puedo decir que fue Dios. Cuando ya decidí quedarme allí definitivamente… me encargaba de la intendencia de la casa, de trabajar con los chicos del barrio, de dar catequesis en dos colegios y de atender todo tipo de problemas que nos llegaban. Me di cuenta de las diferentes pobrezas que hay, de la material y también de la pobreza espiritual», explica.
Con esta experiencia de Dios, Pedro Casado volvió a Madrid en marzo de 2016 con la intención de incorporarse al seminario. Hoy está en el segundo curso. «Desde que encontré el camino, lucho por ser santo cada día, hoy. Si este camino de santidad me lleva a que el Señor quiera que sea sacerdote, el obispo me impondrá las manos dentro de unos años. Si no, el Señor sabrá a dónde me quiere llevar. Yo me he fiado del Señor y de la Iglesia y eso me da una paz terrible», concluye.
Del desierto al seminario
Anthony Enitame se crió como protestante, se convirtió al catolicismo, abandonó Nigeria, cruzó el desierto y el Mediterráneo, y vivió varios años sin papeles en España.
Anthony Enitame tiene un caso excepcional de la insistencia con la que Dios llama. Nació en una familia protestante, aunque se convirtió al catolicismo tras entrar en una iglesia y asistir a una Eucaristía. Cuando tenía 8 ó 9 años sintió algo dentro que le movía a entregarse a Dios.
Dios también le buscaba y le envió varios sacerdotes que fueron modelos para él en el discernimiento: primero en Nigeria y, sobre todo, en España. Fue la Iglesia la que le acogió cuando no tenía la documentación en regla.
En este tiempo tuvo la experiencia vital de la muerte de su padre, y decidió salir del país, aun arriesgando la vida, para buscar un futuro. Dios se hizo presente a través de pequeños milagros. Anthony primero se resistía, pero finalmente dijo ‘Sí’.
Anthony no se cansa de agradecer a Dios por su Providencia, que le cuidó y puso en su camino las personas que le guiaron hasta donde esta hoy.
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