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Miércoles 24º Tiempo Ordinario-Stos Andrés Kom y Pablo Chong 20-09-2017

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¿A quién compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes?»

Evangelio según S. Lucas 7, 31-35

Dijo el Señor: «¿A quién compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes? Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de: “Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”. Porque vino Juan el Bautista, que ni come ni bebe, y decís: “Tiene un demonio”; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón»

 

Meditación sobre el Evangelio

Se queda Jesús contemplándoles obstinados en sus antiguallas y exclama: «Quien tenga oídos que oiga». La verdad entra por el corazón, sólo el de buena voluntad es capaz de ella.
Enardécese y les afrenta su torva intención; torva intención embozada en devociones, enmascarada de celo y puritanismo; realmente adversarios de la verdad. Al odiador de la verdad no le convences jamás; la rechaza, no por defecto de proposición, sino por maldad de corazón. Son ególatras, empedernidos en su postura; no aman ni el amor ni su verdad. Se apoyan no en fe sino en sí mismos, en su conveniencia disfrazada, en su soberbia granítica…

Los conocerás en que tienen seco el corazón, aunque untuoso de respetos religiosos. Si publica el reino Juan, no lo admiten. Si lo publica Jesús, tampoco. Si les argumentan: Mirad Juan, predica la caridad con el prójimo y no se busca a sí mismo, puesto que observa una conducta de penitencia asombrosa. Replican: Aguanta tanta penitencia porque tiene un demonio. Entonces les arguyen: Mirad, pues, a Jesús, que come y bebe como todos. Replican: Porque es un tragón con ribetes de borracho; al fin, como la calaña con quien se junta.

Es inútil persuadir al que no quiere la verdad; porque no quiere la verdad el que no quiere el amor.
Pero la verdad tiene sus hijos, «a cuantos la recibieron les dio poder de ser hijos de Dios», y éstos sí que la reciben, la abrazan, la beben, saltan como niños con su madre. Así los hijos de Dios, los nacidos de su Palabra, cada día más lindos, más luminosos, más celestiales, son gloria de la Verdad; su vida y sus obras le dan a Ella toda la razón:

«Sus hijos han hecho justicia a la Sabiduría».

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