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Domingo, Solemnidad de la Santísima Trinidad 11-06-2017

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«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna»

Evangelio según S. Juan 3, 16-18

Dijo Jesús a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios”

 

Meditación sobre el Evangelio

Nicodemo fue un caso de los pocos que entonces respondieron bien o empezaron a responder. No se cerró a la verdad. Fue en busca de Jesús a ver qué enseñaba. Reconoce que Jesús es el enviado del Padre para maestro de los hombres.
Le encargó el Padre a Jesús que nos amara como el Padre le amaba a Él: «como el Padre me amó, yo os amé». «Porque el Padre amó al mundo de tal manera que le entregó a su Hijo Unigénito», para que fuese su sangre, redentora; y fuese con ellos su palabra; creyéndola, se salvarían del barro y del demonio, transformándose en hijos de Dios.

Muchos se condenan, más a contra corriente del Padre. El Padre es una corriente de amor; ellos reman a la contra, se meten por corrientes del mundo y del demonio que trabajan en opuesta dirección; ellos son los que se precipitan a su perdición, saliéndose de la corriente divina de la Palabra de Jesús.Quien no se arroja en Jesús, él mismo se condena; porque en Jesús va la vida: Y Jesús es caridad; quien desdeña la caridad, desdeña a Jesús; quien desconoce la caridad, desconoce a Jesús. Porque Jesús es la palabra del Padre y «su palabra es que nos amemos los unos a los otros según que nos dio mandamiento de ello» (1 Jn 4). Por eso andan tantos en tinieblas, «porque quien no ama a su hermano, en las tinieblas está y en las tinieblas anda» (1 Jn 2).

Los hombres se condenan a sí mismos cuando rehúsan tomar la luz: «amaron más las tinieblas». No quieren la caridad que el evangelio enseña, sino otras religiosidades; porque muchos son egoístas empedernidos y no quieren salir de su egoísmo; cuando les traes la lámpara encendida, soplan y la apagan, para no reconocer que son malos y no tener que salir del egoísmo en que se instalaron. El egoísmo se apellida codicia, ambición, dinero, honores, comodidad, nombradía, mando, y cien otras formas de quedarse en sí mismo.

Egoísmo también son quienes se habituaron de tal modo a no amar al hombre, que no se molestarán en cambiar su corazón de piedra por un corazón de carne; y maldecirán como irreligiosa, peligrosa y perniciosa, la doctrina que inculque amor al hombre.

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