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Domingo 2º Tiempo Ordinario

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«Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»

Evangelio según San Juan 1, 29-34

Al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”. Y Juan dio testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

 

 

 

Comentario del Evangelio

C inco días uno tras otro seguimos en el evangelio a Jesús. Ayer la embajada informadora; hoy y mañana, el paseo de Jesús junto al Jordán; pasado, el encuentro con Pedro; finalmente, Felipe y el viaje a Caná.

Jesús pasaba solo, como paseando en la tarde. Le retenía el Espíritu en aquellos contornos; aguardaba Jesús. Le vio Juan y exclamó: Es el cordero de Dios. Con la sangre del cordero se libró a Israel de la muerte y del cautiverio; a Jesús prefiguraba, con cuya sangre la humanidad se libera del demonio, que es muerte y cautiverio, y surge un Israel, un pueblo de Dios.

Con su enseñanza, con su incorporación, con el ruego de su oración y de su sangre, con ser comido, se transfunde a los hombres su vida que quita la muerte, su caridad que aniquila el egoísmo, su filiación que destruye la enemistad: «quita el pecado del mundo».

Es el cordero con el que se celebra la Pascua, la gran fiesta de los hijos y el hermano mayor festejando al Padre, recordando de continuo la magna liberación del barro y del pecado para ser promovidos a hijos de Dios. Es el cordero, nuestra Pascua, nuestra Misa, nuestra unión al Padre.

«Existía antes que yo». Lo señala como Hijo de Dios eterno. ¡Grande luz la del Bautista! Primero no lo conocía; instruido, sin embargo, por el Espíritu, anunciaba que llegaba. Le previno Dios: Lo conocerás en que mi Espíritu se posará sobre él. Bajó sensiblemente como una paloma; desde entonces lo conoció; era el que lavaría con tanto Espíritu, que el bautismo de Juan, a pesar de intervenir también Espíritu, parecería en su comparación de sola agua.

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