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San Camilo de Lelis, precursor de la humanización en la atención hospitalaria: «Más corazón en las manos»

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La Iglesia católica celebra cada 14 de julio a san Camilo de Lelis. En este episodio de ‘Llamados a la santidad‘, conocemos algo sobre la vida de este santo, jugador empedernido que cambió radicalmente de vida después de dos «encuentros» decisivos con el Señor y el acompañamiento espiritual de otro gran santo: Felipe Neri. Fundó la Orden de los Ministros de los Enfermos (Religiosos Camilos) en 1591 y se puede considerar precursor de la humanización de la salud.

«Cuidar y enseñar a cuidar»

Con estas palabras se puede resumir el carisma de la Orden de los Ministros de los Enfermos (Religiosos Camilos) fundada por san Camilo el 8 de diciembre de 1591.

San Camilo de Lelis nació en la región italiana de los Abruzos, en el día de Pentecostés del año 1550. Su madre era sexagenaria cuando dió a luz y falleció cuando Camilo tenía 13 años, quedando al cuidado de su padre, un soldado a las órdenes del emperador Carlos I. Pronto se acostumbró a la vida militar y a uno de los pasatiempos con los que los soldados aguantaban los largos períodos de guardias: el juego.

Camilo se volvió bravucón y pendenciero. Gastaba todo el dinero apostando a los dados. Resultó herido en un combate y esa sería la primera vez que tendría contacto con un hospital. Cuenta Antonio Sicari en ‘Retratos de santos’ que en el siglo XVI del cuidado de los enfermos se dejaba en manos de mercenarios y delincuentes obligados a ese trabajo para redimir penas o a otros que no tenían otra posibilidad de obtener ingresos». Camilo sanó de aquella herida de guerra, volvió a las armas y también a la vida de antes.

La caída del… asno

En otoño de 1574 perdió todo su dinero jugando en Nápoles y acabó mendigando por las iglesias de la ciudad. Tiempo después entraría al servicio de un convento de capuchinos en Manfredonia, donde se ocupaba de hacer algunas obras, y llevar y traer materiales de construcción. Allí fue donde le esperaba Dios.

En febrero de 1575 fue a hacer un encargo para los frailes en el convento de San Giovanni Rotondo, en el que algunos siglos después viviría durante muchos años el santo padre Pío de Pietrelcina. En aquel lugar, una persona se acercó a Camilo para decirle una confidencia: «Dios lo es todo. El resto es nada». Impresionado por aquellas palabras, durante el viaje de regreso a Manfredonia Camilo tuvo su particular «caída del caballo», como san Pablo apóstol, pero en el caso de Camilo, sería de un asno.

Fue el primer punto de inflexión para que la vida de Camilo de Lelis cambiara de rumbo. Pidió su ingreso en los capuchinos. Los frailes le aceptaron pero pronto volvería al hospital, porque el hábito de rozaba su antigua herida de guerra y se le abrió una llaga en la piel.

Segunda conversión y san Felipe Neri

Allí sucedería su segunda conversión porque, como dice Sicari, en el centro sanitario un pensamiento fijo le perseguía: había que reemplazar a todos los mercenarios que atendían los hospitales por «personas dispuestas a estar con los enfermos solo por amor». Una vez curado, el propio Camilo comenzó a trabajar para los enfermos en el Hospital de Santiago, en Roma, donde iría de la mano de (san) Felipe Neri, quien sería su confesor y director espiritual.

Se sumaron a su labor algunos amigos para ofrecer, juntos, un mejor servicio a los enfermos. «Para ellos el hospital lo era todo, y allí dejaban la huella que Camilo iba transmitiendo a sus seguidores: la cualidad carismática de la ternura«.

Cuidar a cada enfermo con amor de madre

El santo pedía a sus colaboradores «un amor como de madre hacia su prójimo, para que pueda servirle tanto en lo espiritual como en lo corporal». Con sus mejores colaboradores, Camilo fundó la Orden de los Ministros de los Enfermos (Religiosos Camilos) en 1591.

En el proceso de canonización de Camilo de Lelis, un testigo declaró que lo vio una vez arrodillado ante un enfermo que desprendía un hedor insoportable y al que Camilo «decía palabras de tanto cariño que parecía enloquecido por su amor. Le hablaba como si fuera Jesucristo: “Señor mío, alma mía, ¿qué puedo hacer por tu servicio?”.

Poco a poco, su carisma y su labor atrajo a tantos que hacia el final de su vida ya había fundado 14 conventos y 8 hospitales por toda Italia. Cuentan también que de vez en cuando salía al pasillo y a las salas de los hospitales gritando a sus médicos y enfermeros: «Más corazón, más cariño maternal, más alma en las manos».

Camilo de Lelis murió el 14 de julio de 1614 en Roma. En 1746 fue canonizado por Benedicto XIV.

Humanización de la salud

En la actualidad, los Religiosos Camilos, Camilianos o padres Camilos, están presentes en los cinco continentes y trabajan en los cuidados asistenciales, la intervención sociosanitaria y la pastoral de la salud, así como en la formación desde el Centro de Humanización de la Salud.

Su misión es que los enfermos sean atendidos en la globalidad de su ser y la humanización de los servicios asistenciales y sanitarios. Que los cuidadores pongan, como repetía san Camilo, «más corazón en las manos».

 

 

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