Dos vidas destruidas sin remedio que sólo Dios podía recomponer | Testimonio de Sobeida Hernández
Sobeida Hernández nació en un pueblecito de Honduras. Es la penúltima de ocho hermanos. Crecieron con extremas limitaciones económicas, pero en un entorno de fe y valores que, de algún modo, siempre permaneció, aunque la vida la fue llevando por otros caminos.
Cuando su madre enfermó de cáncer tuvo que ocuparse del más pequeño. La precariedad económica forzó que, a los 15 años, se marchara a vivir a La Ceiba. Las circunstancias la obligaron a madurar antes de tiempo, pero en la ciudad le fue pesando la ausencia de sus padres y, poco a poco, se fue alejando de los valores y la vida de fe que conoció de pequeña.
Iba a la Iglesia y buscaba a Dios, pero no sabía cómo seguirle.
Aquel vacío lo iba llenando con las cosas que el mundo le iba revelando: la vida de fiesta, la curiosidad por algunas prácticas esotéricas… En aquella época, conoció al que hoy es su esposo y tuvieron una bonita relación durante tres años. Quedó embarazada de su primera hija y se casaron por lo civil.
Pero la vida de pareja se iba deteriorando por la falta de sinceridad, el alcoholismo y las ausencias de su esposo, las discusiones y los problemas. El desorden se fue instalando en sus vidas.
“Éramos dos personas inmaduras, cada una con sus heridas” y abiertas a llenar de cualquier manera el desastre de nuestras vidas.
Sobeida se considera una luchadora, siempre en búsqueda de un sentido de vida, y con un gran afán de superación.
El matrimonio estaba destrozado y empezó a centrarse en ella misma, en su trabajo y sus aficiones, en sus hijas y sus padres. Todo seguía adelante, aparentemente bien y como ella consideraba que debía gestionarlo. Pero cada vez con más sensación de vacío. Su matrimonio agonizaba y no veía ninguna manera de reconstruirlo.
En 2010 su cerebro colapsó por una descompensación química a nivel neuronal. A causa de ello perdió la memoria durante diez días y cayó en un estado emocional nervioso. Con la atención médica y los tratamientos, poco a poco fue recuperando la salud. Pero algo (o todo) había cambiado.
Aunque rezar era lo último que le pasaba por la cabeza, para ayudarla a salir de aquel bache unos amigos la acercaron a la iglesia evangélica.
Allí encontró algo de sosiego, pero sentía que algo importante le seguía faltando.
Regresó a la iglesia católica y poco a poco fue reencontrándose con lo que quedaba de su infancia espiritual. Comenzó a asistir a catequesis, a frecuentar los sacramentos. Y después de años de mutua destrucción, empezó a asistir con su marido a grupos de pareja.
Juntos, decidieron que Dios se ocupara de sanar las heridas de cada uno y recomponer todo desde sus miserias. Fue un reencuentro real con Cristo para los dos; un proceso lento, pero seguro, que ella y su marido iban recorriendo de forma simultánea.
Fueron sanando sus heridas emocionales y también físicas. De un día para otro su esposo superó su adicción al alcohol, y Sobeida dejó atrás las secuelas de aquel colapso que la dejó fuera de juego. Ellos lo consideran claramente otro milagro en sus vidas.
Recibieron el Sacramento del Matrimonio, pusieron a Dios en el centro de sus vidas y todo se empezó a reordenar.
Sobeida quería seguir creciendo en la fe y, hasta hace poco, todavía tenía algo pendiente de resolver: conocer más y aprender a amar a “Mamá María”, pero no de cualquier forma. Ella quería evidencias.
Empezó a seguir los vídeos de un canal de YouTube (MaterMundiTV) y pensó que también algún día ella podría dar testimonio. Y así sucedió.
La Virgen le fue mostrando su amor maternal. “Ella me abrazó y se llevó mi orfandad”. En octubre, con mucho esfuerzo, ha peregrinado a Medjugorje y al santuario de Fátima, donde ha podido acurrucarse a los pies de la Virgen para dar gracias por creer sin haber visto.
Han pasado 14 años desde que Sobeida y su esposo tomaran la decisión de seguir a Jesús. Ahora “vivimos firmes en Dios como el centro de nuestra vida, agradecidos por rescatarnos de las tinieblas y mostrarnos su luz admirable”, dice.
Son coordinadores de la pastoral familiar diocesana de su región y servidores activos de su parroquia San Antonio María Claret, ayudando a parejas, acompañándolos según sus necesidades, impartiendo charlas prematrimoniales, visitando enfermos, sirviendo en retiros y adoraciones eucarísticas, y “llevando el Evangelio a otras familias a través de su testimonio”, nos cuenta Sobeida Hernández.
Esta mujer que un día dejó de confiar sólo en sus propias fuerzas para entregarle todas sus debilidades al Señor, hace un alto en el camino de regreso a Honduras para dar su testimonio en Mater Mundi TV.
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