“El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”
Evangelio según S. Lucas 9, 43b-45
Entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Meditación sobre el Evangelio
Está asaltado, invadido estos días con el pensamiento de la Pasión. Le preocupa por añadidura la repercusión desalentadora, que pueda originar en sus discípulos; por eso les previene repetidamente para que sepan ver en ella, cuando suceda, un plan premeditado del Padre.
No alegará la pasión pequeñez de Jesús, sino grandeza, puesto que manifestará cómo Dios le iluminaba, adornándolo con profecía; porque pudiendo huir a tiempo, no huye, sino que se mantiene hasta la muerte al lado de la Verdad. Si da su vida es voluntariamente, por buscar bien de los hombres, y es una muerte preludio de una inmediata resurrección. Estas y muchas más cosas iban envueltas en su predecirles la Pasión.
Resulta emocionante la expresión «va a ser entregado», sin determinar por quién. ¿Por el Padre que lo cede en bien de nuestro bien? Este es su más alto sentido, que incluye dentro las maquinaciones permitidas a los malos. Los malos lo entregarán, los cabecillas del pueblo, los sacerdotes principales y finalmente todo el pueblo emborrachado de estupidez.
Entregado «en manos de los hombres». Terribles manos de los que no tienen caridad, de los que se atascaron en hombre sin llegar a ser hijos de Dios. Esas manos que juzgan mirando al poderoso, al puesto que se anhela conservar, al lucro que se puede obtener… Son manos sin amor y, por consiguiente, sin justicia, que unas a otras se cubren sus vilezas y se aplauden por santas.
Así, en nombre de tal «santidad», condenarán al Santo de Dios, y se repetirá la historia en los nuevos santos de Dios. Las autoridades religiosas, si no están centradas en la caridad, que es el evangelio, se tornan rancias, estrictas e intolerantes. La caridad es ágil, fluida, cambia sus acciones y métodos rápidamente. Lo que hoy determinó, mañana lo muda, porque mudaron las cosas y los hombres necesitan otros servicios y otras formas. Si duda largamente, es que carece de caridad, pues la caridad es luz.
Los santos a medida que más santos, son más así; por eso para muchos resultan incómodos. Incómodos hasta que los momifican; entonces ya les son útiles, precisamente cuando dejan de serlo.
Ante la noticia de la muerte y resurrección de Jesús, se fijaron en la muerte, no en la resurrección. Profetizados desastres y triunfos se aplanaron con los desastres y no exultaron con los triunfos. Faltos de fe, calculan rápidamente los malos ratos, y no creen en los buenos ni en las ventajas que brotarán. Se resisten a que pueda venir la catástrofe, y se les forma un barullo en la mente que “no entendían ese lenguaje” y a su vez, por miedo a una aclaración no grata, “temían preguntarle”.
(31)