“La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz”
Evangelio según S. Mateo 15, 1-2. 10-14
Se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusalén y le preguntaron: «¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer?». Y llamando a la gente, les dijo: «Escuchad y entended: no mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre». Se acercaron los discípulos y le dijeron: «¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte?». Respondió él: «La planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz. Dejadlos, son guías de ciegos y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo».
Meditación sobre el Evangelio
Los fariseos de la localidad se sienten reforzados por una delegación de escribas enviados desde Jerusalén. Habiendo venido éstos a una investigación sobre Jesús, se engallaron los selectos de la comunidad, al notarse respaldados. Es achaque de religión no centrada en caridad, centrarse en prescripciones humanas, costumbres y tradiciones; los secuaces de tal religión, minimizan su importancia a las palabras de Dios y maximizan cábalas, idearios y tradiciones de hombres. Posponen la caridad a la autoridad, la verdad de Dios a la afirmación de hombres, la idea divina y clara a la teoría confeccionada, enredosa, inhumana.
Centrada la religión en caridad, todo su Dios es amor y bien del hombre, hombre que es hijo del Padre. Descentrada y por consiguiente falsa, todo hombre es un esclavo mísero y encadenado. A mil obligaciones encadenado. En tal religión se desemboca desoyendo a Dios, el cual dirá: «Su corazón está lejos de Mí».
No hay mandato del hombre que pueda suplantar al de Dios. Muchos lo suplantaban y suplantan. Si examinasen bastantes reglas, decretos y decisiones, advertirían que por su tradición o concepción, quebrantan el mandamiento de Dios. Manda amar al prójimo ante todo; pero queda el prójimo malparado por tal y cual norma o precepto de hombres.
¡Cuántos dirigen tortuosamente a estropearse, a estrellarse, a ser peores que cuando empezaron! Los ciegos no pueden guiar.
Y son ciegos los que desconocen el espíritu de Cristo. Guían por vericuetos de reglillas y consejas, por virtudes sin caridad, apoyados en sus fuerzas, no en la esperanza, atando los pies con multitud de trabas, cadenas y obligaciones, proponiendo objetivos que no son, imponiendo cargas sobre cargas. Desgraciados que se pusieron en manos de ciegos: «Ambos caerán en la hoya». Cuántos que empezaron con voluntad hermosa, se dejaron conducir por veredas que irían inficionando su buena alma, hasta trocarla en secreción de egoísmos y hundirla en una hoya de interés propio, de dureza y frialdad.
En sólo el corazón está la suciedad o la limpieza. Los alimentos, como no entran en el corazón, ni lo pueden manchar ni limpiar. Proyectos malignos, deseos inicuos, acciones que pasan por el corazón, como son las perversiones contra el prójimo, perjuicios suyos, atropellos de su derecho, de su dinero, de su mujer, de su fama, de su honestidad, de su conveniencia, la soberbia, envidia, desenfreno, injusticia y desatino, son contra el amor, son podredumbre del corazón, veneno que lo mata, estiércol y gusanera que lo vuelve inmundo y fétido. «Eso es lo que contamina al hombre».
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