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El Papa Francisco recuerda su viaje a Marruecos a donde fue como servidor de Esperanza

El Papa Francisco recuerda su viaje a Marruecos a donde fue como servidor de Esperanza

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(ACI) Durante la Audiencia General de este 3 de abril en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco recordó su viaje apostólico a Marruecos que tuvo por lema “Servidor de Esperanza”.

El Santo Padre destacó que el 30 y 31 de marzo realizó esta visita por la invitación del Rey Mohamed VI y por las autoridades marroquíes a quienes agradeció su recibimiento y su colaboración. “Especialmente al Rey: fue muy fraterno, muy amigo, muy cercano”, dijo.

En su catequesis, el Pontífice explicó que emprendió este viaje para dar otro paso “en el camino del diálogo interreligioso con nuestros hermanos musulmanes” y para recordar el encuentro entre san Francisco de Asís con el sultán al-Malik al-Kamil hace 800 años, así como también el viaje del Papa Juan Pablo II en 1985.

“Servir la esperanza quiere decir crear puentes entre las civilizaciones y, junto con el Rey Mohammed VI, reiteramos que las religiones son esenciales para defender la dignidad humana, promover la paz, la justicia y el cuidado de la creación, nuestra casa común”, señaló.

En esta línea, el Papa recordó que firmó junto al Rey Mohamed VI un llamamiento por Jerusalén, “para que la Ciudad Santa sea preservada como patrimonio de la humanidad y lugar de encuentro pacífico, de modo particular para los fieles de las tres religiones monoteístas”.

Encuentro con los migrantes

Asimismo, el Santo Padre señaló que prestó especial atención “a la cuestión migratoria” en su discurso a las autoridades y en el encuentro con migrantes realizado en la sede de la Caritas en Rabat. “Algunos de ellos testimonian que la vida de quien emigra cambia y vuelve a ser humana cuando encuentra una comunidad que lo acoge como persona. Esto es fundamental”, exclamó.

En este sentido, el Pontífice recordó que en diciembre de 2018 se ratificó en Marrakech el “pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular” que fue un “paso importante hacia la asunción de responsabilidad de la comunidad internacional”.

“Como Santa Sede hemos ofrecido nuestra contribución que se resume en cuatro verbos: acoger a los migrantes, proteger a los migrantes, promover a los migrantes e integrar a los migrantes”, destacó el Papa quien dijo que “no se trata de reducirse a realizar programas de asistencia social desde arriba”, sino de “hacer un viaje juntos a través de estas cuatro acciones, para construir ciudades y países que, al tiempo que conservan sus respectivas identidades culturales y religiosas, están abiertas a las diferencias y saben cómo valorarlos en nombre de la fraternidad humana”.

De este modo, el Pontífice aseguró que “la Iglesia en Marruecos está muy comprometida en la cercanía con los migrantes; por eso, quise agradecer y alentar a quienes se dedican generosamente a su servicio al cumplir la palabra de Cristo: fui forastero y ustedes me recibieron”.

Por ello, el Santo Padre reveló que a él no le gusta decir “migrantes” sino que le gusta decir “personas migrantes” y denunció que en la actualidad vivimos en una “cultura de los adjetivos” en la que olvidamos los sustantivos, la sustancia. Al decir “persona migrante hay respeto”, expresó.

Además, el Papa Francisco explicó que el domingo fue dedicado a la comunidad cristiana. Día en el que visitó el Centro Rural de Servicios Sociales, gestionado por las Hijas de la Caridad; después en la Catedral de Rabat tuvo un encuentro con sacerdotes, personas consagradas y el Consejo Ecuménico de las Iglesias y concluyó con la Misa en la que participaron miles de personas de unas 60 naciones diferentes.

“Lo que cuenta no es la cantidad, sino que la sal tenga sabor, que la luz brille y que la levadura tenga la fuerza de fermentar toda la masa. Y esto no viene de nosotros, sino de Dios, del Espíritu Santo que nos hace testigos de Cristo allí donde estamos, en un estilo de diálogo y de amistad, para vivir sobre todo entre nosotros cristianos”, explicó el Papa.

Refiriéndose a la Eucaristía final, el Santo Padre indicó que fue “una singular epifanía del pueblo de Dios en el corazón de un país islámico” en donde la parábola del Padre misericordioso del Evangelio de San Lucas “hizo brillar en medio a nosotros la belleza del diseño de Dios, el cual quiere que todos sus hijos formen parte de su alegría, de la fiesta del perdón y de la reconciliación”.

“No es casualidad que allí donde los musulmanes invocan cada día al Clemente y al Misericordioso, haya resonado la grande parábola de la misericordia del Padre. Es así: solo quien ha renacido y vive en el abrazo de este Padre, solo quienes se sienten hermanos, pueden ser en el mundo servidores de esperanza”, concluyó.

Posteriormente, en su saludo a los peregrinos de lengua árabe, el Pontífice afirmó que “como hijos de Dios estamos llamados a vivir la fraternidad humana con todos y a ver en cada hermano, especialmente en el necesitado y el marginado, el rostro de Cristo Salvador”.

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